En la víspera de Navidad, del año 2010, el doctor Rajiv Parti ingreso a la sala de urgencias producto de una infección en su abdomen.
En medio de la operación, el señor Parti agonizaba y moría. Fue en ese momento en el que su conciencia se desprendió de su cuerpo y flotó hacia la parte alta del techo.
El señor Parti pudo ver como el cirujano lo cortaba y también pudo ver como el personal médico reaccionaba al olor nauseabundo de su pelvis infectada.
El olor era tan fuerte, que el hombre advirtió cuando una enfermera aplicaba agua de eucalipto a las máscaras quirúrgicas de quienes allí se encontraban.
En medio de su experiencia extra corporal, el hombre también oyó a un anestesiólogo contar un chiste bastante verde. Un chiste que haría sonrojar al mismo enfermero algún tiempo después, cuando el señor Parti le confesara aquello que había oído.
El doctor no solamente se quedó en aquella habitación, sino que decidió salir del hospital a explorar los alrededores.
En medio de su viaje astral, de repente escucho la voz de su mamá y de su hermana, quienes se encontraban preparando un arroz con vegetales y yogur en la India, su país natal.
Así es amigos, este señor logró viajar instantáneamente desde California, lugar donde vivía, hasta la India, en donde residían sus familiares.
El doctor Parti pudo apreciar a las mujeres protegiéndose del aire frío de la noche, al lado de un pequeño radiador eléctrico que brillaba con fortaleza para extraer el frío de la habitación.
Fue en este momento que el doctor Parti se percató que, en realidad, la distancia no existe. “La gente siempre esta junta”, pensó entusiasmado el hombre.
Pudo sentir como su presencia llenaba todo el mundo, con una sensación de “ser uno solo con el planeta” y con todo lo que allí habitaba.
No obstante, no toda la experiencia sería color de rosa.
Sin previo aviso, un miedo empezó a apoderarse del sujeto cuando varias nubes negras lo rodearon y unos relámpagos empezaron a destellar a su alrededor.
Al mismo tiempo, percibió un olor de carne chamuscada y varios gritos desgarradores que emanaban desde las profundidades.
En efecto, el hombre estaba presenciando el mismísimo infierno, con una multitud de almas gritando y sufriendo.
En este punto, el doctor Rajiv Parti se preguntó: “¿Qué karma estaré pagando? ¿Qué he hecho para merecer este castigo?”.
Y fue aquí cuando se dio cuenta que su vida había sido bastante materialista. Un hombre de “éxito” que había atesorado muchos bienes materiales, pero que no había cultivado las virtudes de la compasión, el perdón y la bondad hacia sus semejantes.
Un hombre acostumbrado a interesarse en las personas solamente por los beneficios que éstas podían ofrecerle, sin importarle realmente las necesidades de los demás.
Un hombre bastante altivo, que juzgaba a las personas por sus posesiones materiales y que miraba por debajo del hombro a aquellos que no tenían tanto dinero, ni éxito, como él.
Evidentemente, es preciso anotar que el doctor Rajiv Parti era un médico muy exitoso, con una posición prominente en el hospital del corazón de Bakersfield, California.
Un tipo con prestigio y dinero, que vivía en una lujosa mansión y que poseía una colección envidiable de carros de lujo. Un hombre rico en posesiones materiales, pero pobre en desarrollo espiritual. Un hombre que vivía sin amor hacia sus semejantes.
El doctor Parti se dio cuenta de los errores que había cometido mientras se adentraba hacia las profundidades del infierno. El hombre se percató que, hasta ese momento, su vida había sido completamente egoísta y banal.
En el momento en el que tuvo esta epifanía, el infierno desapareció al instante.
Después de esta experiencia, el doctor Parti se despertaría en su cama de hospital, completamente transformado y renovado. Un hombre nuevo había nacido. Un hombre que ahora veía la vida con ojos diferentes.
Los casos de «experiencias cercanas a la muerte», como éste, se han documentado una y otra vez a lo largo de la historia.
Todos poseen estos elementos en común:
Los individuos mueren clínicamente en una sala de hospital, su espíritu se separa del cuerpo y son capaces de flotar por la habitación, presenciando todo lo que pasa a su alrededor.
Es usual que vean a los doctores operando, a las enfermeras asistiendo y a sus seres queridos penando. Estos espíritus pueden vagar libremente por el lugar, percatándose de sucesos que ocurren en las otras habitaciones del hospital.
En muchos casos, como en la experiencia del doctor Parti, los sujetos son capaces de salirse del hospital y trasladarse a otros puntos del planeta. Como la India, en el caso del susodicho.
Muchas personas ven el famoso túnel de luz y deciden adentrarse por él. Allí llegan a una especie de cielo, o paraíso, en donde se encuentran con seres queridos fallecidos y ángeles.
Aunque la mayoría de «ECM» son experiencias positivas, también existen algunas negativas. En la mayoría de los casos, quienes experimentan este fenómeno van al cielo. Es decir, a un lugar de increíble belleza y paz.
No obstante, un porcentaje pequeño de casos, como el del doctor Parti, tienen visitas a lugares lúgubres y tenebrosos. Zonas que se asemejan más a un infierno, que a un cielo.
El último punto en común de las «ECM» es que los individuos vuelven a la vida completamente renovados y transformados. Obtienen una nueva perspectiva sobre la existencia y ven las cosas con ojos diferentes. Es casi como si estas personas nacieran otra vez.
Ahora bien, las preguntas que nos interesan son obvias:
¿Por qué las personas experimentan «ECM»?
¿Por qué las experiencias son tan similares entre los pacientes? Es decir, ¿por qué todos ven lo que sucede a su alrededor, y luego ven túneles de luz, paraísos, cielos y, hasta en algunos casos, infiernos?
¿Cómo es posible que, personas que están clínicamente muertas, puedan tener conciencia de lo que sucede a su alrededor? ¿Cómo es posible que puedan viajar a distintos lugares del hospital y del mundo?
Es justo hacer hincapié en esta última cuestión. Pues, si el paciente estuviera vivo en el momento de la experiencia, no tendría por qué ver ni escuchar lo que sucede en las habitaciones adyacentes.
¿Cómo puede alguien presenciar conversaciones que ocurren en lugares distintos y lejanos a donde su cuerpo se encuentra? ¿Lugares tan distantes como otras ciudades y países?
Sin duda, en mi humilde opinión, las experiencias cercanas a la muerte son una prueba de que existe vida después de la muerte.
Cuando morimos acudimos a un cielo, o a un infierno, en donde nos encontramos con seres queridos fallecidos y/o ángeles mentores.
Ahora bien,
¿Se supone que nos quedaremos por toda la eternidad en este cielo o en este infierno? No exactamente.
Soy de la opinión que las almas, según sus acciones en la vida, acuden a uno de estos dos lugares después de la muerte.
Allí se encuentran con seres queridos y repasan su vida. Analizan las cosas que hicieron bien y aquellas que hicieron mal.
Después de este análisis exhaustivo, será tiempo de reencarnar otra vez, con el objetivo de seguir creciendo espiritualmente. Las almas tienen que volver a la vida para pagar sus deudas y para seguir con su proceso de evolución espiritual.
El cielo, o el infierno, son lugares temporales en los que las almas recargan energía y/o hacen penitencia. Lugares en donde se reposa y disfruta con seres queridos, en el caso de un paraíso, o en donde se padece y se hace reflexión, en el caso de un infierno.
¿Significa esto que no existe un cielo o paraíso eterno? ¡Por supuesto que no!
Ciertamente, es posible vivir en un cielo y en un paraíso eterno, como muchas religiones predican. Sin embargo, la cuestión es de merecimientos.
Lo que hay que preguntarse es lo siguiente: ¿Realmente merecemos vivir en un paraíso perfecto? ¿Realmente nuestras acciones nos alcanzan para vivir en aquel maravilloso lugar por toda la eternidad?
Si somos honestos, la respuesta es un rotundo “NO”. La cruda realidad es que el ser humano deja mucho que desear. Somos almas involucionadas que se encuentran apenas en un «kinder cósmico».
Nos falta aprender muchas cosas en relación al amor, la compasión y la bondad. Todavía nuestro nivel espiritual es demasiado bajo como para pretender vivir en el cielo para siempre. No somos aún dignos de tan alto privilegio.
El problema es que nuestra arrogancia nos ciega. No somos capaces de comprender que nos faltan muchas vidas (en muchos universos y dimensiones), para ser merecedores de la vida en un paraíso eterno.
Es cierto que las almas descansan por un tiempo en el paraíso, o que padecen por un tiempo en el infierno, pero luego deben volver a nacer para seguir aprendiendo, para continuar con su evolución espiritual.
Éste es el primer artículo que presento sobre las experiencias cercanas a la muerte. No obstante, poco a poco iré haciendo más sobre este tema, para que podamos convencernos, de una buena vez, de que existe la vida después de la muerte, de que somos almas inmortales en un largo proceso de aprendizaje y purificación espiritual.
¡Estén pendientes del increíble contenido que iré desarrollando!
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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Como siempre, les ha hablado su amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!