En el transcurso de mi vida me he preguntado muchas veces: ¿Es Dios bueno o malo?
Cuando era niño pensaba que Dios era bueno, pues esto fue lo que me enseñaron en la escuela. Naturalmente, en la ingenuidad de mi infancia, nunca cuestione esta premisa.
No obstante, en la medida en que crecía, empecé a dudar de aquella afirmación. ¿Por qué razón?
Porque si Dios es bueno, entonces ¿Cómo es posible que exista tanta maldad en el mundo?
Esta cuestión siempre me inquieto. Al fin y al cabo, si Dios es realmente bueno, ¿No se supone que deberíamos vivir en un paraíso? ¿Un mundo en donde no exista el mal, el dolor, la miseria y el sufrimiento?
En mis épocas de juventud, intenté buscar respuestas a este interrogante en las religiones. Y, hasta cierto punto, me proporcionaron respuestas satisfactorias. Aun así, todavía había algo que no me cuadraba. Algo que seguía dejándome incómodas dudas.
En este artículo haremos un esfuerzo para determinar la verdadera naturaleza de Dios. En otras palabras, analizaremos si Dios es bueno o malo.
Evidentemente, es preciso aclarar que éstas son solamente mis opiniones personales. Algunos estarán de acuerdo. Otros estarán en desacuerdo.
Hago esta aclaración para no herir susceptibilidades. Especialmente de aquellas personas con fuertes creencias religiosas.
Antes de empezar, quisiera resaltar la importancia de esta cuestión.
El tema principal de mi canal es la felicidad. Siempre he creído que ésta es el santo grial de la humanidad.
¿Para qué vivimos si no para ser felices? Toda la existencia humana se resume en la búsqueda constante y eterna de la felicidad.
A mi juicio, hablar de felicidad, sin considerar a Dios, es algo tonto.
Imaginémonos esto:
Digamos que los ateos tienen razón. Es decir, sólo vivimos una vez y por puro azar. Somos un simple accidente cósmico. Si apenas nos quedan unas cuantas décadas de vida, ¿Qué esperanza tenemos para ser felices? Con una expectativa de vida tan corta, ¿vale la pena siquiera plantearse el tema?
Podríamos intentar ser felices en los pocos años de vida que nos quedan. Cualquier presupuesto más allá es en vano. Pues, para ese entonces, ya no existiremos. Habremos desaparecido del mapa para siempre.
Afortunadamente, creo que Dios existe. Tengo buenas razones para pensarlo (poco a poco iré publicando vídeos que evidencian la existencia de una mente creadora).
Ahora bien,
Como creo que Dios existe, también creo que somos seres eternos.
Estoy convencido que Dios nos ha creado para vivir por toda la eternidad.
El problema es que, si Dios es malo, ¿Qué probabilidades reales tenemos de ser felices? Tal vez Dios sea un simple sadista que nos ha engendrado para burlarse de nosotros y disfrutar con nuestro sufrimiento.
Es por esa razón que, determinar si Dios es bueno o malo, es absolutamente imperativo. Toda nuestra felicidad y esperanza depende de ello.
Empezaremos nuestro análisis con un pequeño razonamiento:
Si Dios es bueno, deberíamos vivir en un paraíso. No debería existir el mal, el sufrimiento, la maldad, el dolor, ni cualquier otro tipo de emociones negativas.
Es apenas lógico pensarlo. Un Dios bondadoso sería incapaz de crear tales cosas.
Sin embargo, hay algo en lo que podemos estar de acuerdo:
El mal, el dolor, la miseria y el sufrimiento existen. Esto lo sabemos porque vivimos en un mundo plagado de tragedias.
La historia de la humanidad siempre ha estado marcada por eventos macabros. Siempre ha existido gente que asesina, tortura, roba, miente, etc.
Si Dios nos ha creado, pues la conclusión lógica es que nos ha creado malos. Y, de ser así, ¿Qué puede decir esto sobre Dios? ¿Qué puede decir de su verdadera naturaleza?
En mi opinión, el hecho de que exista la crueldad y la miseria es una prueba irrefutable de que Dios, sin lugar a dudas, tiene un lado malvado y siniestro.
Por consiguiente, el corolario es: Dios es malo.
Esta conclusión es una mala noticia. Pero, no hay que alarmarse, porque también hay una buena noticia.
En efecto, si analizamos a Dios, hay que hacerlo de manera justa.
No es objetivo e imparcial enfocarnos solamente en las cosas malas, también debemos ver las cosas buenas. Pues, así como hay elementos negativos en el mundo, también hay elementos positivos.
En la vida podemos disfrutar del amor, la amistad, la comida, el dormir, el sexo, la música, y muchos otros placeres y cosas maravillosas.
El planeta y el universo rebosan de belleza por doquier. Hay muchas bendiciones por las cuales vivir. Si no fuera así, la gente no se aferraría a la vida. Si sólo existieran cosas negativas, las personas se volverían locas y terminarían suicidándose.
Si existen cosas buenas en el mundo, podemos, por lo tanto, deducir lo siguiente: Dios es bueno.
Analizando la evidencia con rigor, la conclusión inexorable es:
Dios es, al mismo tiempo, bueno y malo.
Aunque parezca extraño, todas las pruebas apuntan hacia este hecho.
Muchas religiones dan esto por sentado. La deducción se hace tangible en los credos del cristianismo, el hinduismo, el budismo, el islam, etc.
Por ejemplo:
En la Biblia, el lado malvado de Dios está personificado en la figura de Jehová. Un ser radical, despiadado y ruin. Por otro lado, Jesús es la encarnación de su lado amable. Su faceta de amor y misericordia.
Pero no solamente la Biblia reconoce la dimensión dual de Dios. Las religiones orientales también lo hacen.
Sólo basta con examinar el símbolo del yin y el yang. Aquel círculo mitad blanco y mitad negro.
El yin y el yang exponen la doble dualidad del creador. Una entidad con un lado oscuro y malvado, pero también con un lado bondadoso y de luz.
La misma Biblia reconoce esta dualidad.
En el apocalipsis, capítulo uno, versículo ocho, se lee lo siguiente: “Yo soy el Alfa y la omega, el principio y el fin, dice el señor, el que es y el que era, y el que ha de venir, el todopoderoso”.
Este versículo hace referencia al Alfa y a la omega, al principio y al fin. En otras palabras, a la dualidad de Dios.
Comprender que Dios es, al mismo tiempo, bueno y malo; es una de las cosas más difíciles de asimilar.
Es complicado aceptar que Dios es una entidad totalizadora. Un ser que todo lo encierra: Desde el principio, hasta el fin. Desde lo bueno, hasta lo malo. Desde el infierno, hasta el paraíso.
No obstante, la evidencia es irrefutable. Todo parece indicar que Dios es bueno y malo. Encierra ambos extremos de la dualidad. No se puede concebir a Dios sin un lado malvado y siniestro. Y tampoco se puede concebir sin un lado bondadoso, misericordioso y benevolente.
¿No me crees todavía? No te fijes en las religiones. Fíjate en la naturaleza. Fíjate en el universo.
Las Leyes de la física, así como las fuerzas de la naturaleza, pueden ser terribles: fuego, electricidad, radiación, volcanes, terremotos, huracanes, tsunamis, etc.
La naturaleza es salvaje. El principio darwiniano de “selección natural”, o la ley del más fuerte, se cumple a cabalidad en este universo cruel.
El planeta está plagado de depredadores y presas. Allá afuera existen animales con venenos terribles. Así como enfermedades espeluznantes producidas por parásitos.
En estas épocas del coronavirus, por ejemplo, podemos apreciar la labor espantosa que pueden llevar a cabo estos bichos. Los virus son capaces de exterminar la vida en este planeta.
Al mismo tiempo, la naturaleza también tiene su lado amable. Hay comida y frutos por doquier. Montañas, plantas, ríos, y belleza inusitada por cada rincón. El planeta provee todos los recursos necesarios para subsistir y vivir plenamente. Todo está ahí afuera.
La conclusión es inequívoca: Dios es bueno y malo, al mismo tiempo.
Habiendo dicho esto, y llegados a este punto, la pregunta más interesante es: ¿Cómo hace Dios para equilibrar su lado bondadoso y su lado malvado?
En otras palabras, ¿Cuál es su plan cósmico? ¿Qué debemos esperar de un ser que posee un lado luminoso y un lado oscuro? ¿Qué desea de nosotros? ¿Quiere que seamos buenos o malos? ¿Cómo encaja todo esto en la ecuación?
Esto, amigas y amigos, lo analizaremos en próximos artículos.
Lo importante es comprender que Dios es una entidad totalizadora. Un ser que abarca todas las dualidades.
La idea que le venden a uno de niño, de que Dios es totalmente bueno, como Santa Claus, un viejo barbón y bonachón, incapaz de hacerle daño a una mosca, es totalmente falsa.
Dios tiene su lado oscuro, su lado malvado. Es una entidad que no le tiembla la mano a la hora de impartir justicia, dolor, sufrimiento, y demás cosas aborrecibles que podamos imaginar.
Sin embargo, también tiene su lado amable. Una faceta amorosa, misericordiosa, generosa, compasiva y benigna.
Mantengan esta idea en mente, y luego veremos cómo encajan las otras piezas del rompecabezas.
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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Como siempre, les ha hablado su amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!