Una de las cosas que más disfrutaba de niño, al igual que cualquier otro infante en el mundo, era la Navidad. La decoración, las luces, la comida, el ambiente festivo; y sobre todo, los regalos. La Navidad es sin duda un periodo muy mágico, el más maravilloso de todo el año.
Recuerdo que, alrededor de noviembre, empezaba a tener un sentido de ansiedad. Ese sentimiento de no ser capaz de esperar un minuto más para abrir los presentes. Deseaba tan arduamente que ya fuera noche buena, que soñaba despierto con el día en que pudiera romper las envolturas y empezar a jugar con mis nuevos juguetes.
Sin importar que tanto quisiera que llegara ese día, siempre tenía que esperar hasta que el susodicho llegara. Podía desesperarme, llorar, y patear todas las sillas de la casa. No importaba, la Navidad no iba a llegar más rápido.
Como adultos, a veces experimentamos sentimientos similares cuando queremos que algo se haga inmediatamente. Nos llenamos de estrés y ansiedad, esperando que todos nuestros problemas se resuelvan en un abrir y cerrar de ojos. Pero he aquí el detalle: las cosas no se solucionarán, hasta que no sea el tiempo para que se solucionen.
El motivo es porque todo debe seguir su proceso natural. Y la mayor parte de las veces, este proceso no puede ser acelerado ni ralentizado. El proceso natural de las cosas toma un tiempo predefinido, sin importar si estamos de acuerdo con su agenda. Las cosas se sucederán al ritmo en el que se supone que sucedan. Puede haber algunas excepciones, claro está. Pero por lo general, ésta es la regla.
Así, a una mujer embarazada le toma nueve meses concebir, independientemente de que tan ferviente lo desee la madre. A la tierra le toma 365 días girar alrededor del sol, nos guste o no nos guste. Y a la luz, le toma siete minutos viajar desde el sol hasta la tierra. Es un hecho científico.
La moraleja de esta historia es: no importa qué tan desesperado estés para realizar algo; sólo se realizará, a su debido tiempo. Es una ley natural de la vida.
La cuestión es, ¿cómo podemos aplicar este principio para mantener nuestros niveles de ansiedad y estrés bajos? Pues haciendo lo que tenemos que hacer, y dejando que el curso natural de las cosas fluya libremente. Si sabemos que las cosas no van a ocurrir más rápidamente; entonces, ¿por qué preocuparnos?
Si los tiempos están fuera de nuestro control, entonces dejemos de sufrir por ellos. Simplemente, limitémonos hacer lo que tenemos que hacer, y dejemos que las cosas ocurran de manera natural. Al final, éstas se manifestarán sin dramas ni esfuerzo.
Obviamente, esto no significa que no debamos hacer nada, esperando que las cosas se realicen a sí mismas (como por generación espontánea). Por supuesto que no! Es nuestro deber hacer las cosas que tenemos que hacer, tan diligente como podamos. Pero, sin estresarnos por el tiempo ni por la velocidad de los resultados. Y la razón por la que no debemos estresarnos, es porque entendemos que todo tiene un flujo natural, un proceso el cual no podemos interrumpir.
Permíteme asegurarte que todo se solucionará si haces tu parte. Las cosas se harán a su ritmo natural. Ten presente esto, te servirá para mantenerte relajado y ser paciente.
Deja entonces de preocuparte por las cosas! Mientras seas diligente y hagas lo que tienes que hacer, éstas se solucionarán!
Recuerden, mis emprendedores de la felicidad,
Las cosas se solucionarán, no se preocupen!
Hasta la próxima!