La curiosidad siempre ha sido una característica innata de los seres humanos.
Desde los inicios de nuestra especie, el hombre ha tenido una inclinación natural a explorar y conocer el mundo.
Gracias a esta cualidad la humanidad ha podido expandir sus dominios y conquistar nuevos territorios.
La curiosidad y el deseo de exploración se pueden considerar rasgos deseables. Cualidades útiles que favorecen la supervivencia y el desarrollo de la raza humana.
No obstante, la curiosidad también trae consigo cosas negativas. Tal y como reza el antiguo refrán: “la curiosidad mató al gato”.
Este popular adagio se manifiesta en ámbitos tan impensables como la exploración arqueológica.
¿Quién podría imaginarse que un simple descubrimiento arqueológico traería consigo nefastas consecuencias?
Aunque parezca increíble, la historia nos ha demostrado, en más de una ocasión, que este tipo de cosas suceden.
¿Les suena la maldición de Tutankamón? Esta es, quizá, la maldición arqueológica más famosa de la historia.
En el artículo de hoy no ahondaremos en este incidente, pero si en otro que, aunque menos conocido, es igualmente aterrador.
Quédense conmigo y exploremos juntos la extraña maldición de la momia de Otzi.
La historia comienza en los Alpes, cerca de la frontera entre Italia y Austria.
El 19 de septiembre de 1991, dos turistas alemanes, Helmut y Erika Simon, se encontraban escalando un sendero inexplorado en la montaña Ötzal.
La pareja se hallaba a una altitud de 3000 m, aproximadamente, cuando de repente se percataron de la presencia de un cuerpo enterrado en la nieve.
Al principio pensaron que se trataba de un infortunado alpinista que había muerto en aquel terreno hostil. Poco se imaginaban que realizarían uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de los últimos tiempos: la momia más vieja y mejor preservada de toda la historia.
El cuerpo yacía medio enterrado en la nieve. Solamente su torso y su cabeza eran visibles.
Sin pensarlo dos veces, la pareja contactó a la policía para reportar el hallazgo. Y unos días después regresaron al lugar junto con un equipo de socorristas.
El cadáver fue trasladado a la Universidad de Innsbruck, en donde se le realizaron exámenes detallados que arrojaron una gran sorpresa: el cuerpo no pertenecía a ningún alpinista. Era una momia de aproximadamente 5300 años de antigüedad.
La momia sería conocida a partir de ahí como «Ötzi, el hombre de hielo».
Ahora bien, como suele suceder cuando se descubre algo de valor, el gobierno italiano se enfrascó en una pelea con su par austriaco para determinar la potestad sobre la momia. Al final, los italianos ganarían debido a que el cuerpo se encontraba dentro de su territorio.
La momia databa de la edad neolítica. Era de sexo masculino, medía 1,59 m de estatura y pesaba 50 kg.
Al principio se pensaba que Ötzi tenía ojos de color azul. Pero estudios posteriores revelaron que en realidad los tenía de color marrón.
Ötzi era un hombre de 45 años con barba. Y se cree que era un cazador o un chamán.
Varias cosas curiosas se descubrieron en relación a él.
Por ejemplo:
Carecía de un par de costillas. Específicamente, el par número 12.
Padecía de problemas dentales y tenía diastema. Una condición que crea una brecha entre los dientes.
Parece ser que Ötzi murió en la primavera o en el principio del verano. Esto se pudo determinar por el polen que se encontró en su estómago y pulmones. El cual sólo aparece en estos meses del año.
Muchos artefactos se encontraron junto a Ötzi. Por ejemplo, un hacha de cobre que, según los expertos, podía cortar un árbol en 35 minutos.
Se cree que Ötzi pudo ser un guerrero, o chamán, pues se encontraron 50 diferentes tatuajes en su cuerpo.
La muerte de Ötzi no fue placentera. Fue emboscado por otros cazadores y murió en combate. Esto se deduce al analizar las evidencias: tenía varias fracturas en sus costillas, había sido apuñalado en su mano derecha, presentaba un golpe contundente en la cabeza y una herida de flecha en su hombro izquierdo. Los investigadores piensan que esta fue la causante definitiva de su muerte.
La historia de Ötzi nos recuerda el triste hecho de que, aún desde tiempos tan lejanos como la prehistoria, el hombre siempre ha tenido la aberrante inclinación de matar a sus semejantes.
Imagínate la desagradable escena de la a muerte de Ötzi:
Hace 5000 años un cazador fue emboscado por los miembros de otro clan y, después de una lucha sin cuartel, fue golpeado, apuñalado y dado de baja por una flecha que le atravesó el torso.
Sin duda, el descubrimiento de Ötzi fue un hallazgo arqueológico fascinante.
No obstante, tan fascinante como pudo ser, también trajo consigo un terrible maleficio.
Al igual que la maldición de Tutankamón, la historia del hombre de hielo está envuelta en un aura de misterio.
Hasta la fecha siete personas relacionadas con el caso de Ötzi han muerto en extrañas circunstancias.
La primera de estas muertes ocurrió en 1992, casi un año después del descubrimiento de Ötzi. La víctima fue Rainer Henn, de 64 años, forense de la Universidad de Innsbruk.
Se dice que fue la primera persona que tocó a Ötzi, pues ayudó a desenterrar el cadáver y a depositarlo dentro de una bolsa plástica para su posterior transporte.
El hombre murió en un trágico accidente de tránsito. Pero la parte más tétrica no es la muerte en sí, sino el trasfondo macabro de la misma. Pues el investigador se dirigía a dar una conferencia sobre Ötzi cuándo ocurrió el siniestro.
La segunda víctima fue Kurt Fritz, de 52 años, fallecido en 1993.
Fritz era uno de los guías de montaña de la expedición. Él también tocó la momia, al remover la nieve de su cara cuando fue desenterrada.
El hombre murió en una fatídica avalancha. Pero ¿quieren saber lo más perturbador? Resulta que fue la única víctima entre todo el grupo de alpinistas. Los otros miembros de su equipo resultaron ilesos. El desastre solamente reclamó su desdichada alma.
La tercera víctima es el cineasta Rainer Hölz, de 47 años, quien realizó un documental sobre Ötzi. El hombre murió de un tumor cerebral apenas unos meses después del lanzamiento de la película.
Pasarían varios años antes de que volviera a ocurrir otra tragedia asociada con Ötzi.
La cuarta muerte ocurrió en octubre 23 del 2004. La víctima fue, nada más y nada menos, Helmut Simon, el excursionista alemán que, junto a su esposa, descubrió la momia.
Simon murió a la edad de 69 años a raíz de un siniestro igual de trágico que el de sus compañeros.
El hombre se encontraba escalando una sección de la montaña Gaiskarkogel cuando, de repente, una tormenta de nieve lo sorprendió. El alpinista dio un mal paso y cayó 100 m por un precipicio. El cadáver fue descubierto varios días después en un riachuelo.
Lo más espantoso es que su cuerpo se encontró en una posición corporal muy parecida a la de Ötzi.
Si todo esto no te pone los pelos de punta, piensa en este escalofriante hecho:
La momia fue descubierta un día 19. Helmut Simon muere el día 23. Hay cuatro días de diferencia. ¿Será coincidencia que el alpinista haya sido, justamente, la cuarta víctima? Tal vez. Pero, sea como sea, no deja de ser llamativo y perturbador.
Si lo anterior no te ha impresionado, espera a que escuches la muerte de la quinta víctima. Te aseguro que esta vez sí te sorprenderá.
La víctima número cinco fue Dieter Warnecke, de 45 años. Uno de los rescatistas involucrados en la búsqueda de Helmut Simón.
Causa de su muerte: un ataque al corazón.
Ahora bien, lo realmente perturbador no es cómo murió, sino cuándo: unas horas después del funeral de Helmut Simon.
¡Más loco que esto, difícil de encontrar!
¿Cuáles son las probabilidades de que la quinta víctima muera unas horas después del funeral de la cuarta? Este acontecimiento, cuando menos, despierta muchos interrogantes.
Y por si todo esto no fuera suficiente, la lista de bizarras ocurrencias continúa.
La sexta víctima fue Konrad Spindler, de 66 años, quien murió en abril del 2005.
Konrad fue uno de los científicos que lideró la investigación de Ötzi en el Instituto Innsbruk. ¿Causa de su muerte? complicaciones de la esclerosis múltiple.
Finalmente, la última víctima fue el arqueólogo molecular Tom Loy, de 63 años. Este hombre examinó la sangre de Ötzi y descubrió datos significativos. Su trabajo fue tan importante que hasta se dio el lujo de aparecer en un documental de la National Geographic en el año 2002.
Irónicamente, Loy, quien estudió la sangre de Ötzi, murió de una enfermedad en la sangre en octubre del 2005, justo cuando finalizaba un libro sobre el hombre de hielo.
Lo curioso es que la extraña enfermedad le fue diagnosticada en el año de 1992, justo después de que comenzara a trabajar con la momia.
Es importante recalcar que Konrad Spindler y Tom Loy no creían en la maldición de la momia. Eran escépticos.
Spindler bromeaba con frecuencia en que él sería la próxima víctima.
En muchas ocasiones dijo: “No creo en la maldición. Creo que es un montón de basura. Un bombo mediático. Es solamente superstición. La gente muere y punto”.
Pues parece ser que la muerte, en efecto, terminó por alcanzarlo en aquella primavera del 2005.
La pregunta es: ¿Existe realmente una maldición sobre la momia de Ötzi?
Ahí sí, que cada quien saque sus propias conclusiones.
Los escépticos sostienen que no existe tal maldición. Su razonamiento es que cientos de personas han estado involucradas con la momia y no han muerto.
Si se cuentan las 7 muertes, entre los centenares de personas que han investigado a Ötzi, el porcentaje es muy bajo.
Personalmente, no estoy de acuerdo con este razonamiento y les diré la razón:
Si asumimos que una entidad paranormal es la responsable de las muertes.
¿Acaso está obligada a matar a todas las personas que entran en contacto con la momia? ¡Por supuesto que no!
La entidad (llámese fantasma, demonio, o cualquier otra cosa) pudo haber decidido matar a un reducido número de personas. Esto sería suficiente para crear el mito.
No está obligada a matar a todo el mundo. De hecho, hacerlo sería contraproducente. Pues haría demasiado obvia su existencia.
Imaginen una maldición en donde todo aquel que interactue con Ötzi muera. Esto llamaría en exceso la atención. Haría un desmesurado ruido mediático.
Si algo sabemos de las entidades sobrenaturales es que les gusta operar en las sombras. No hacer evidente su presencia.
Un pequeño número de víctimas es más que suficiente para crear el mito de una maldición y, al mismo tiempo, mantener un perfil bajo.
7 pudo ser el número elegido de desdichadas víctimas.
Consideró que la maldición del hombre de hielo, al igual que la maldición de Tutankamon, es real.
Si la maldición es irreal, pues no queda más remedio que aceptar que esta historia, cuando menos, está plagada de unas coincidencias increíbles.
En relación al tema de las casualidades, esto es lo que pienso:
Un suceso es una ocurrencia.
Dos, o tres, son una coincidencia.
Cuatro es un patrón.
Pero ¿siete?
Siete coincidencias hacen todo muy sospechoso. Además tengamos presente la magnitud de las mismas:
¿Un investigador que toca a la momia y luego muere en un accidente de tránsito, justo cuando se dirigía a dar una conferencia sobre esta?
¿Otro hombre que toca el rostro de la momia y después muere en una extraña avalancha, siendo la única víctima de tan desafortunado incidente? Recordemos que todos sus compañeros resultaron ilesos.
¿El descubridor que cae a su muerte en un bizarro accidente de alpinismo y que después es encontrado en una posición similar a la que se encontró la momia?
¿Y qué decir del rescatista que murió una hora después del funeral de su compañero?
¿Se acuerdan del investigador que bromeaba, y que no creía en la maldición, pero que terminó igualmente muriendo de manera casi profética?
¿O qué decir del arqueólogo que dedicó gran parte de su vida a estudiar la sangre de Ötzi y que luego murió de una extraña enfermedad en su propia sangre? Recordemos que la extraña enfermedad le fue detectada justo cuando comenzó a trabajar con la momia.
Si me lo preguntan, diría que hay demasiadas coincidencias para considerarlo un hecho fortuito.
¿Y ustedes qué piensan?
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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Como siempre, te ha hablado tu amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!