El hogar siempre ha sido una parte fundamental en la vida de los seres humanos.
Cuando hablamos de hogar se nos viene a la mente una serie de imágenes icónicas: una acogedora residencia; una chimenea que despide un fuego abrasador y envolvente; y nuestros seres queridos sentados frente a la misma mientras disfrutan de fascinantes historias y comen esponjosos malvaviscos.
El hogar es sinónimo de amor, seres queridos y moradas agradables y confortables.
El techo y las cuatro paredes siempre han tenido un significado especial. Seguramente porque, desde la prehistoria, nos han protegido de los implacables elementos de la madre naturaleza.
No obstante, también hay que decir que existen hogares poco hospitalarios, que no cumplen con los criterios de seguridad y apacibilidad que uno esperaría.
El caso típico es el de las casas encantadas, o embrujadas, como también se les conoce. Lugares lúgubres cargados de energía negativa. Sitios pavorosos en donde los fenómenos paranormales afloran en cada rincón y habitación de sus tétricas paredes.
Uno de estos lugares es la famosa y célebre mansión Winchester. Una de las residencias más extrañas que jamás se hayan construido.
En este video exploraremos la fascinante crónica de este místico lugar.
La historia de la mansión Winchester se remonta al mes de septiembre del año 1839.
Aquel día, en New Haven, Connecticut, nació Sarah Pardee, una pequeña pero dulce niña de familia acomodada.
La pequeña Sarah creció hasta convertirse en una bella adolescente, codiciada por los hombres del pueblo.
Desde tierna edad, la pequeña descrestó a propios y extraños, pues su inteligencia y sus talentos superaban a otras muchachas de su edad.
La joven poseía talento musical, hablaba varios lenguajes y deslumbraba con sus habilidades sociales y su encanto natural.
A pesar de ser corta en estatura (medía apenas 1,48 cm), era grande de corazón.
Ciertamente, su corta estatura jamás constituyó un problema con los hombres.
Por el contrario, sus encantos le sirvieron para encontrar marido sin problema. Y no cualquiera marido, sino uno de los solteros más cotizados de la época: el señor William Wirt Winchester, hijo del magnate Oliver Winchester y heredero de la industria de armas y rifles Winchester.
La pareja contrajo matrimonio en 1862, en pleno apogeo de la guerra civil. Debido a que los rifles Winchester eran los favoritos de las tropas del norte, no se necesita ser un genio para entender que el dinero le llovía a raudales a esta familia.
Cuatro años después de la boda, en julio 15 de 1866, Sarah dio a luz a su hija Annie. No obstante, por esos caprichos de la vida, la pequeña contrajo una enfermedad conocida como «marasmo». Un trastorno alimenticio que hace que el niño sufra de desnutrición y que su cuerpo se consuma a sí mismo.
La pequeña murió nueve días después, en julio 24. El suceso fue tan traumático para Sarah, que cayó en depresión por mucho tiempo. La historia cuenta que le tomó casi una década retornar a su vida normal.
La pareja nunca tendría más hijos.
Sí la muerte de su hija no fue suficiente, algún tiempo después, en marzo 7 de 1881, la tragedia volvería a tocar la puerta. Esta vez, su esposo moriría de tuberculosis.
Cómo resultado, Sarah heredó 20 millones de dólares. Una suma increíble para la época, pues representaría alrededor de 500 millones hoy en día. Adicionalmente, también se hizo con casi el 50% de las acciones de la compañía.
Esto la convertiría en una de las mujeres más ricas de la época.
A pesar de tanto dinero, el dolor seguía atormentandola día y noche. La tristeza de la pérdida la llevó a buscar ayuda espiritual. Y, quizá fue así como, por sugerencia de una amiga, terminó buscando la ayuda de una medium.
Un día, en una sesión espiritista, la médium afirmó comunicarse con su difunto marido. Parece ser que William tenía un mensaje muy importante para su mujer.
El supuesto espíritu manifestó que existía una terrible maldición sobre la familia. Una maldición que se cobró la vida de él y de su hija, y que pronto se cobraría la de Sarah también.
Este maleficio se originó por culpa de las vidas que se cobró el rifle Winchester. Miles de personas habían muerto gracias a la terrible arma y ahora estos espíritus buscaban venganza.
El espíritu de William le ordenó a Sarah vender su propiedad en New Haven y luego dirigirse a California. Una vez allí, debería construir una nueva residencia y comenzar una nueva vida.
Lo curioso es que está residencia estaría diseñada para protegerla de los espíritus, cuya sed de venganza crecía con el tiempo.
William le hizo una advertencia muy peculiar: Nunca podría dejar de construir la casa porque, si lo hacía, moriría.
Dicho y hecho, Sarah vendió sus bienes en New Haven y se trasladó al valle de Santa Clara en 1884.
Allí compró una residencia de 6 habitaciones y 162 acres, perteneciente a un tal doctor Caldwell.
Aquí es donde empieza la parte más loca de esta historia:
Sarah contrató una legión de trabajadores para que comenzarán inmediatamente con la construcción. Se dice que 22 carpinteros trabajaban día y noche, todo el año.
De tal magnitud era esta empresa, que el sonido incesante de los martillos y las sierras era el común denominador en esta residencia.
No existían planos de construcción. Los maestros simplemente construían, demolían, alteraban, cambiaban y después volvían a construir.
Sarah perpetuaría este interminable ciclo de construcción por 36 años, hasta el día de su muerte.
¿Puedes imaginar el resultado de casi 4 décadas de trabajo, sin cesar, para un proyecto que no contaba con ningún plano de construcción?
El producto de este lunático esfuerzo fue la mansión Winchester. Una de las casas más extrañas y dementes en la historia de la humanidad.
Veamos el resultado final de una casa que parece sacada de una caricatura:
7 pisos de construcción, que al final se redujeron a 4, debido al gran terremoto que azotó California en 1906. Por cierto, Sarah siempre creyó que este desastre natural había sido obra de los espíritus, quienes estaban furiosos por la creación de la residencia.
3 elevadores.
2 sótanos.
47 chimeneas.
160 habitaciones (las cuales nunca se han podido determinar con exactitud, pues siempre aparecen nuevas).
Más allá de estas especificaciones, la verdadera locura radica en los detalles de la construcción:
Cuartos que se construyeron dentro de otros cuartos.
Puertas unidas a ventanas.
Escaleras que no conducen a ningún sitio.
Chimeneas que no tienen salida.
Closets que abren a paredes selladas.
Puertas que no se pueden abrir.
Puertas que se abren y dan al vacío, en una caída de varios metros hacia el jardín.
Baños con puertas de vidrio.
Pasillos que no tienen salida, similares a los de un laberinto.
Postes de escaleras instalados al revés.
Etc.
Si me lo preguntas, diría que la construcción de la mansión Winchester es todo un disparate.
Otro dato interesante es la obsesión de la señora Winchester con el infame número 13, pues se repite por todos lados:
Casi todas las ventanas y paredes tienen 13 paneles.
El invernadero tiene 13 cúpulas.
Muchos de los pisos de madera tienen 13 secciones.
Muchas de las habitaciones tienen 13 ventanas.
Las escaleras tienen 13 escalones, excepto una que tiene 42 (una escalera con tantos escalones alcanzaría para subir tres pisos de un edificio. No obstante, está escalera solo sube 3 metros porque cada escalón apenas mide 5 centímetros).
¿Por qué la señora Winchester construyó una casa tan desorganizada y caótica?
Por el consejo de su difunto marido: para confundir a los vengativos espíritus, de modo que nunca la pudieran encontrar ni hacer daño.
Se supone que en este laberinto jamás podrían dar con su paradero. Se perderían en los extraños habitáculos de la residencia.
Eso sí, hay que decir que a pesar de la extravagancia de la mansión, la señora Winchester jamás escatimó en lujos ni comodidades.
En la residencia había luz eléctrica y agua potable, así como candelabros de oro y plata, pisos de parquet, paredes y ventanas diseñadas por Tiffany & Co, y acabados inspirados en el arte japonés, griego, italiano y nórdico.
Se dice que la señora Winchester gastó 5 millones de dólares en la construcción. Hoy en día, esta suma equivaldría a unos 70 millones de dólares, aproximadamente.
¿En qué termina toda esta loca historia?
En que, al final, parece que Sarah logró evitar que los espíritus la encontraran y le hicieran daño. Pues la mujer murió a la edad de 83 años, el 4 de septiembre de 1922.
Después de su muerte, la residencia pasó a manos de su sobrina, Francés Marriott, quien decidió venderla.
La casa la compró un grupo de inversionistas con el objetivo de convertirla en una atracción turística.
Ahora, la pregunta que a todos nos interesa es: ¿Realmente hay espíritus en la Mansión Winchester?
Es una pregunta difícil.
Hay quienes dicen que nunca hubo espíritus en la residencia, que todo fue una paranoia de una mujer perturbada y fácilmente influenciable. Una fantasía inventada por Sarah Winchester para lidiar con el dolor de la pérdida de sus seres queridos.
No obstante, hay quienes juran que, en efecto, hay espíritus dentro de las paredes de la bizarra mansión.
Docenas de mediums han visitado la residencia y han salido convencidos de que allí pululan espíritus.
Se cuenta que muchos empleados y visitantes han tenido algún encuentro paranormal.
Por ejemplo:
Se han reportado ruidos extraños; puertas que se cierran de golpe; voces misteriosas; ventanas que se azotan con tal fuerza, que sus cristales se han roto; zonas inusualmente frías; extrañas luces que aparecen y se mueven por el lugar; perillas que giran solas; etc.
De hecho, existe una anécdota muy famosa de unos trabajadores que laboraban a altas horas de la noche cuando, de repente, se percataron de la presencia de una anciana que sostenía un candelabro y los observaba con curiosidad.
Los hombres no le dieron mayor importancia al suceso. Sin embargo, cuando le preguntaron a la señora Winchester quién era aquella anciana que los acompañó la noche anterior, se sorprendieron al escuchar que no había ninguna mujer, de esas características, que viviera en la residencia.
La misma señora Winchester reportó, durante el transcurso de su vida, haber tenido encuentros con fantasmas.
Las historias de espectros no se limitan solamente a tiempos pasados. Aún hoy día se reportan casos e incidentes.
Una leyenda famosa es la del fantasma Clyde. Un amable hombre de Bigotes que se ríe de manera bonachona mientras trabaja.
Se presume que Clyde es un trabajador que murió en la propiedad durante el siglo 19.
Algunos turistas han tenido encuentros con Clyde y lo han confundido con el jardinero, pues es allí, en el jardín, en donde lo han visto realizando su trabajo.
Quienes han interactuado con él lo describen como un hombre muy amable y jovial, que lleva sombrero de cowboy.
Normalmente, se le ve jalando de una carretilla, reparando puertas y arreglando mangueras.
Los guías y administradores de la propiedad han recibido felicitaciones, de parte de muchos turistas, por tener un trabajador tan servicial como Clyde.
Estos no tienen más remedio que mirarse entre sí, con cara de asombro y confusión, pues no existe ningún Clyde que haga parte del personal.
En medio de los tour varias personas han reportado ver indios americanos, sacerdotes, cowboys y hasta un caballero inglés.
¿Serán estas apariciones los espíritus de los que hablaba Sarah Winchester? ¿Serán almas atrapadas y atormentadas que alguna vez fueron víctimas de un rifle Winchester?
Ahí sí, que cada quien saque sus propias conclusiones.
Lo que no podemos negar es que la mansión Winchester es una de las construcciones más bizarras jamás creadas por un ser humano. Una verdadera atracción turística. Un lugar increíble erigido sobre una historia fascinante.
Determinar si está encantada o no es debatible. Soy de los que opina que sí lo está. De ser así, la mansión Winchester sería una de las casas embrujadas más grandes del mundo.
La residencia ha sido declarada patrimonio histórico de California. El servicio de parques naturales la registra como: «un gran y extraño emplazamiento, con un número desconocido de habitaciones».
Si algún día tienes la oportunidad de visitar la mansión Winchester, ¡Hazlo sin dudar! ¡Será una de esas experiencias de vida únicas e inolvidables!
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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Como siempre, te ha hablado tu amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!