En mis inicios como emprendedor, allá en el año 2005, soñaba con crear una enorme empresa multinacional. Mientras recorría las polvorosas calles de mi viejo barrio, visualizaba lo que sería el nuevo Amazon.com. Es decir, un centro comercial virtual de productos y servicios tan complejo, que aún mi imaginación tiene problemas para concebir.
Todos los días salía y caminaba por dos horas, tratando de ver el camino. Pretendía conectar los puntos. Encontrar la fórmula mágica, que me permitiera crear la compañía que iba a revolucionar la forma en que compramos productos y servicios en Internet.
De alguna manera, creía que si pensaba lo suficiente, iba a poder ver claramente el camino que conectaba el punto en donde me encontraba, con la compañía multimillonaria de mis sueños. No hace falta decir que esto nunca ocurrió. Sin importar qué tan arduamente pensara, nunca pude encontrar dicho camino mágico.
El problema era que gastaba más tiempo soñando, que haciendo. No quería comenzar a menos que pudiera ver el trayecto claramente. Desafortunadamente, en la vida real esto raramente sucede. El camino nunca está claro. Si creemos que lo está, nos estamos engañando. El futuro es tan complejo, que pretender verlo con nitidez es una imposibilidad.
La vida me ha enseñado que todo comienza pequeño. Comenzamos como bebés, igual que el resto de los animales. Incluso, las compañías más grandes y famosas, también tuvieron inicios humildes. Hasta el universo comenzó como una diminuta singularidad. Por lo tanto, la dirección correcta es: de lo pequeño a lo grande. Nunca al contrario.
Esto no significa que no se pueda soñar. Lo que implica es que, sin importar que tanto soñemos, siempre debemos comenzar en pequeño. Nunca debemos tratar de conectar todos los puntos a priori, pues esto es una pérdida de tiempo. Lo que debemos hacer es soñar en grande, pero comenzar en pequeño. El interrogante que surge entonces es, ¿cómo podemos balancear estas dos cosas?
El problema es que si soñamos en grande, corremos el riesgo de quedarnos atrapados en la isla de la fantasía. Y si comenzamos en pequeño, podemos sentir que carecemos de visión. No en vano, nuestra naturaleza ambiciosa nos hace apuntarle a las estrellas, pues nos da ese sentir de que estamos haciendo algo grandioso.
Estoy bastante familiarizado con el sentimiento, pues viví con él por cerca de cinco años. Pero, permítanme preguntar, ¿qué es preferible?, ¿vivir en el reino de la fantasía y no hacer nada, o vivir en el reino real y hacer algo?, ¿Tener 100 pájaros en el aire, o uno en la mano?, ¿Poseer un proyecto real, por humilde que sea, o tener un bonito sueño irrealizable?
La respuesta es evidente. Es mucho mejor comenzar pequeño, y tener algo real y tangible, que pasarse la mayor parte del tiempo con nada más que ideas. Ahora bien, no quiero que me malinterpreten. Tener ideas es algo fabuloso. Así es como todas las grandes invenciones del mundo han sido concebidas. A lo que me refiero es, que no tiene sentido poseer grandes ideas si no podemos convertirlas en una realidad. Cualquier idea, por magnífica que sea, no será muy útil a menos que sea práctica.
Por lo tanto, no debemos tener miedo de los inicios humildes. No debemos permitir que nuestro orgullo, o las opiniones de terceros, nos desanimen de nuestros pequeños proyectos. Debemos tener presente que todo comienza pequeño, que todo tiene orígenes modestos. A la postre, cualquier proyecto pequeño tiene el potencial de crecer en maneras inimaginables. El mundo está lleno de historias de este estilo.
No tenemos que verlo claramente. No tenemos que conectar todos los puntos. De hecho, ya dijimos que esto es contraproducente. Podemos soñar en grande y tener algunas visiones del potencial, un sentido de lo que puede llegar a ser. Pero eso es todo, no se debe tratar de ir más allá. El futuro es muy complejo y el sueño puede mutar, convertirse en algo diferente (no se imaginan ustedes los cambios que ha sufrido iwokis.com a lo largo de su historia).
El propósito de soñar en grande es solamente para que podamos apreciar el potencial, ver hasta dónde podemos llegar, contemplar el abanico de posibilidades. Es aquí en donde radica su verdadero valor. Pero al final, la magia empieza en los orígenes pequeños y humildes.
Así que ya lo saben, emprendedores de la felicidad: sueñen en grande, pero comiencen en pequeño.
Hablamos en otra ocasión…