Desde el amanecer de los tiempos el hombre ha desarrollado tecnología para mejorar sus probabilidades de supervivencia y hacer su vida más cómoda.
El humano primitivo desarrollaba herramientas con palos y piedras. Herramientas que utilizaba para cazar y protegerse de los peligros circundantes.
Las primeras civilizaciones de la historia llevaron el desarrollo tecnológico a niveles nunca vistos.
Desarrollaron construcciones, templos y pirámides; inventaron la rueda y las técnicas agrícolas; y confeccionaron ropa y utensilios para solventar sus necesidades básicas.
La tecnología siempre ha sido una herramienta útil. Un medio que le ha permitido al humano enriquecer su calidad de vida.
La tecnología no solamente se ha utilizado para el bien, sino también para el mal.
El ingenio perverso del hombre le ha llevado a construir armas y dispositivos de tortura. Instrumentos con los cuales atormenta y les genera un gran dolor a sus semejantes.
La tecnología, por sí misma, no es buena ni mala. Todo depende del uso que se le dé.
Así como le hemos dado buen uso, desarrollando utensilios que nos permiten llevar una vida más agradable, también nos ha generado un sinfín de problemas.
El siglo XX fue particularmente productivo en nuestro desarrollo tecnológico.
No es exagerado decir que, en apenas 100 años, desarrollamos más tecnología que en todos los 300,000 años de la historia del homo sapiens.
El avance tecnológico de aquel siglo fue apoteósico. Pues, a finales del siglo XIX, a duras penas teníamos máquinas que funcionaban a vapor. Para el final del siglo XX, no obstante, ya éramos capaces de llegar a la luna y conquistar el espacio.
La revolución industrial, el desarrollo de la informática y los avances médicos, entre otros, permitieron que la humanidad proliferara a niveles nunca vistos. Pasamos de unos cuantos miles de pobladores, a los miles de millones que caminan hoy día sobre el planeta.
Más allá de sus beneficios obvios, es interesante preguntarse ¿cuál es el verdadero propósito de la tecnología? ¿Por qué y para qué desarrollarla?
La pregunta se torna excitante porque, si analizamos las otras especies del planeta, solamente el hombre tiene la capacidad para desarrollar tecnología a niveles tan altos. Solamente el hombre es capaz de llevar a cabo una tarea tan ardua y desafiante.
Antes de intentar descifrar su propósito, es preciso saber qué es la tecnología. Es necesario definir el concepto.
Aunque la tecnología se puede definir de muchas maneras, mi definición favorita es la siguiente:
“La tecnología es un instrumento para atraer y remover estímulo”.
Esta definición me gusta porque he definido la felicidad en términos del estímulo. Estímulo que se atrae y estímulo que se remueve.
El estímulo que nos genera felicidad es estímulo positivo y el que nos genera infelicidad es estímulo negativo.
Toda la historia de la humanidad ha sido un simple acto de atraer y remover estímulo.
Por ejemplo:
Necesitamos ropa para protegernos de las inclemencias del entorno. La ropa, por lo tanto, nos brinda un estímulo de comodidad y protección.
Necesitamos vehículos para transportarnos más rápido de un lugar a otro. Los vehículos, en consecuencia, nos proporcionan otro estímulo de comodidad y conveniencia.
Necesitamos armas para protegernos de los depredadores. Las armas, desde luego, nos permiten remover un estímulo indeseado: bestias feroces que nos acechan y amenazan nuestra integridad y supervivencia.
La medicina ha sido diseñada (en teoría) para remover un estímulo negativo: las enfermedades y las dolencias.
La tecnología es el instrumento que hemos desarrollado para atraer estímulo positivo y remover estímulo negativo.
Por consiguiente, podríamos decir que la tecnología es un instrumento de la felicidad.
Desafortunadamente, la tecnología, por sí misma, no garantiza felicidad. De hecho, a veces sucede lo contrario: entre más tecnología tenemos, más infelices somos.
¿Por qué sucede esto? Concretamente, por dos razones:
En primer lugar, porque la tecnología genera estímulo negativo si se utiliza de manera incorrecta.
Por ejemplo: las consecuencias funestas de la bomba atómica, así como los desastres nucleares de Chernóbil y Fukushima, han traído estímulo negativo a la humanidad.
Lo mismo se puede decir de la contaminación desaforada que hemos creado sobre el planeta.
Hemos contaminado nuestras aguas con químicos y petróleo. Hemos mancillado nuestra atmósfera con gases tóxicos. Hemos talado nuestros bosques y llenado nuestros océanos de basura.
Es correcto decir que el tiro nos ha salido por la culata. La tecnología se ha convertido en una fuente de estímulo negativo, en lugar de una fuente de estímulo positivo. Ha ocurrido exactamente lo contrario a lo esperado.
En segundo lugar, es irrelevante desarrollar tecnología si no somos capaces de compartirla con nuestros semejantes.
Quiero que pensemos en lo siguiente:
Con la tecnología que disponemos en la actualidad podríamos proporcionar niveles óptimos de vida a todas las personas. Podríamos hacer de este mundo casi un paraíso.
Pero ¿por qué no lo es? Porque la tecnología no es libre. La tecnología es dominada por una élite que no la comparte de manera altruista.
La tecnología es utilizada por unos pocos para mantener en perpetua esclavitud a las masas.
El sistema capitalista es el instrumento que la élite utiliza para obligar a las personas a desarrollar y comprar tecnología.
En este mundo hay gente que, literalmente, se muere de hambre. Personas que no tienen donde vivir.
Estas personas sufren, no porque no exista la tecnología para satisfacer sus necesidades, sino porque no tienen los medios para adquirirla.
Es un hecho bastante triste, pero, desgraciadamente, real.
Volviendo a nuestra pregunta original, ¿cuál es entonces el propósito de la tecnología?
El propósito de la tecnología es liberar a la humanidad.
Evidentemente, el propósito se ha tergiversado porque, hoy por hoy, la tecnología no nos está liberando, nos está esclavizando.
No obstante, el hecho de que la tecnología se encuentre en manos oscuras no debería hacernos perder de vista su verdadero propósito: la liberación de la humanidad.
En el futuro la tecnología será capaz de automatizar todas las actividades necesarias para nuestra supervivencia. Desde la manufactura de bienes de consumo, hasta las tediosas tareas de limpieza y mantenimiento de un hogar.
En algún momento tendremos robots que se encargarán de hacer todo el trabajo sucio por nosotros.
Estos robots harán los trabajos peligrosos y tediosos. Desde meterse en la boca de un volcán, hasta limpiar nuestra casa y prepararnos la comida.
¿Para qué querría el hombre liberarse de estas tareas? Para ganar tiempo y poder cultivar mejor su creatividad y espiritualidad.
En el futuro, el trabajo del hombre no será para sobrevivir. Será para desarrollar sus pasiones y talentos.
La tecnología cubrirá todas nuestras necesidades básicas y nosotros no tendremos que mover un pelo para ello.
Cuando esto suceda, la tecnología finalmente habrá cumplido su propósito: liberar a la humanidad.
Pasará un buen tiempo antes de que lleguemos a alcanzar este ideal. Pero, eventualmente, lo lograremos.
Antes de llegar allí, no obstante, primero debemos abandonar el egoísmo y la codicia.
¿Por qué el egoísmo? Porque de lo contrario, la tecnología seguirá en manos de una élite que la utilizará para controlarnos.
¿Por qué la codicia? Porque de lo contrario, la tecnología será utilizada de manera contraproducente al medio ambiente. Debido a las ansias locas de algunos individuos por forrarse de dinero.
La humanidad todavía se encuentra en pañales, en un estado evolutivo muy bajo.
La tecnología nos ha creado un sinnúmero de problemas medioambientales, como el calentamiento global.
Sin embargo, será la misma tecnología la que nos permita solucionarlos.
Al cabo de algunos siglos, o milenios, el desarrollo moral de la humanidad entrará en armonía con el desarrollo tecnológico.
En ese punto la humanidad por fin habrá conseguido que la tecnología cumpla su destino ideal:
“La liberación del hombre de las tareas banales, para que pueda enfocarse en el desarrollo de sus pasiones, hobbies y talentos”.
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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Como siempre, te ha hablado tu amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!