¡Dios!… Un tema bastante complicado.
Creer en la existencia de Dios ya es, de por sí, difícil.
Sin embargo, en mi caso, el verdadero desafío es creer en la buena voluntad de Dios.
Ya hemos presentado artículos en donde hemos hablado sobre la bondad de Dios. ¿Es bueno? ¿Es malo? ¿Qué es lo que realmente quiere y pretende de nosotros?
En aquellos artículos concluimos que Dios es, al mismo tiempo, bueno y malo. Es decir, Dios es una entidad que lo abarca todo: desde las cosas más hermosas y sublimes, hasta las cosas más horrendas y aborrecibles.
No hace falta decir que el lado oscuro de Dios siempre me ha dado problemas.
Al fin y al cabo, ¿cómo podemos amar a un ser que es capaz de permitir tanto dolor y sufrimiento?
Lo confieso: la bipolaridad de Dios ha hecho muy difícil amarlo y respetarlo.
Si alguien me pregunta sobre Dios, le diría que hay una buena y una mala noticia.
La buena noticia es que Dios es amoroso y bondadoso, y desea lo mejor para nosotros.
La mala noticia es que, de manera extraña y paradójica, Dios también es malvado y perverso, y no tiene problemas en permitir nuestro sufrimiento.
¿Cómo puede una entidad poseer tal naturaleza? No lo sé.
Lo que sé es que, gústenos o no, esta es la verdadera esencia del todopoderoso. Y no hay nada que podamos hacer al respecto.
Por esta razón, una manera que me facilita pensar en Dios es la siguiente:
Dios es similar a una ley física del universo.
Quizá esta sea la mejor manera de considerar a Dios, el modo más adecuado de concebirlo.
Total, pensemos un poco en las leyes físicas. Leyes como la gravedad, el electromagnetismo y la radiación.
Pregunto:
¿Es la gravedad buena o mala? ¿Acaso el electromagnetismo es una ley perversa? ¿Deberíamos odiar a la radiación?
La verdad sea dicha:
Las leyes físicas pueden ser buenas o malas, beneficiosas o perjudiciales, según el uso que les demos.
No hay lugar a dudas que la gravedad puede matarnos. Así como la electricidad y la radiación.
Las leyes de la naturaleza son cosa seria. No se puede jugar con ellas. Hay que respetarlas.
Sin embargo, eso no significa que las leyes de la naturaleza quieran hacernos daño. No significa que nos odien y deseen nuestra perdición.
Simplemente son eso: leyes de la naturaleza.
La verdad es que, si las utilizamos de manera sabia, las leyes físicas pueden ser beneficiosas. Pueden jugar a nuestro favor.
Por ejemplo:
Comprender las leyes de la gravedad nos ha permitido construir puentes y edificaciones que no se desplomen.
La gravedad permite que tengamos los pies en la tierra, y que no flotemos hacia el espacio.
La electricidad puede ser muy peligrosa. Ciertamente, nadie quiere tocar cables de alta tensión. Es algo que no se lo recomendaría ni a mi peor enemigo.
No obstante, tan aterradora como la electricidad es, también se puede utilizar de forma positiva.
Gracias a ella hemos construido nuestro mundo y nuestra tecnología. Gracias a ella tenemos luz eléctrica, Internet, juegos de video, teléfonos móviles, utensilios de cocina, etc.
Lo mismo se puede decir de la radiación. Bien utilizada, puede proporcionar energía casi infinita para suplir nuestras necesidades. Mal utilizada, bueno… ¡Ahí tenemos el ejemplo de Chernóbil!
El punto al que quiero llegar es:
No vale la pena gastar el tiempo amando u odiando a las leyes físicas. Pues éstas, por sí solas, no son buenas ni malas. No tienen intención. Se trata de simples leyes.
Pueden ser buenas si las respetamos y actuamos en armonía con ellas. Si sabemos utilizarlasparanuestro beneficio.
En contraste, las leyes de la naturaleza también pueden ser malas si no las respetamos ni las utilizamos de manera inteligente.
Así mismo pasa con Dios.
No vale la pena gastar el tiempo pensandosi Dios es bueno o malo, si es una entidad perversa o benévola, si deberíamos amarlo o temerle.
Hay que pensar en Dios como una ley física porque, en últimas, ¡Dios es una ley! ¡Una ley universal que se filtra en todos los rincones del multiverso!
Puede ser que esta ley esté viva, y tenga conciencia y propósito. Pero, al fin y al cabo, ¡es una ley! ¡y funciona igual que una ley!
Así es como veo a Dios:
Dios ha creado un multiverso que manifiesta toda su naturaleza. Tanto la buena, como la mala.
De ahí en adelante, podemos experimentar el lado amable de Dios o su lado más oscuro.
¿De qué depende? Pues de nosotros mismos.
Nosotros somos, con nuestras acciones, los que decidimos que lado de Dios queremos ver y experimentar.
Es exactamente igual a lo que sucede con las leyes de la naturaleza. Por ejemplo, la electricidad.
Haga un mal uso de la electricidad, y cosas terribles ocurrirán. Haga un buen uso, y seguramente se podrá beneficiar de ella.
Así sucede con Dios.
Haga un buen uso de su libre albedrío, y experimentará el lado amable de Dios. Haga un mal uso de él, y experimentará su lado más brutal.
La cuestión es:
Puede amar a Dios, o puede odiarlo, o puede temerle. Pero, al final, todo esto resulta irrelevante.
Lo único que importa es que actúe en armonía o en contra de las Leyes.
Permítame repetir esto:
Con relación a Dios, lo importante es actuar en armonía con la ley.
¿Cuál ley? ¿La Ley mosaica? ¿La Ley bíblica? ¿La Ley del islam? No exactamente.
Aquí estamos hablando de actuar en armonía con todo tipo de Leyes. Desde las Leyes físicas de la naturaleza, hasta las Leyes espirituales por las que se rige el cosmos.
Las Leyes abundan por doquier. Quizá haya tantas Leyes, como estrellas en el universo.
Sólo basta mirar la cantidad de Leyes que existen dentro de la matemática, la física, la química, la biología, la astronomía, etc.
Sin importar su número, el principio siempre será el mismo:
Hay que actuar en armonía con las leyes.
Evidentemente, esto establece un pequeño corolario:
Primero hay que conocer las leyes, y después hay que actuar en armonía con ellas.
Sólo así se logra el avance. Sólo así se logra obtener beneficios y recompensas.
Con relación a Dios, y con relación a la felicidad, la ley más grande de todas la estableció Jesucristo hace más de 2000 años atrás: La ley del amor. La ley de la ética y la moral.
¡Esta es la Ley de Leyes!
El que actúa en armonía con la ley del amor, de la ética y la moral, asciende. Obtiene cosas buenas de la vida.
Aquel que actúa en contra de esta ley, experimenta el lado más amargo de Dios.
Es así de sencillo.
Por eso, amigos míos, mi recomendación es que no pierdan tiempo intentando entender a Dios. No pierdan tiempo odiándolo y maldiciéndolo.
Hacer esto es tan inútil como gastar tiempo maldiciendo la ley de la gravedad, o del electromagnetismo, o de la radiación.
No tiene sentido. Son Leyes y punto.
Es mejor gastar nuestro tiempo estudiando y aprendiendo sobre las leyes del universo: desde las físicas, hasta las espirituales.
Una vez conozcamos las leyes, procuremos entonces actuar en armonía con ellas. Particularmente, con la ley más importante: la ley del amor,la ética y la moral.
Si hacen esto, les aseguro que el lado de Dios que verán y experimentaran será más benévolo.
Ahí les dejo esta reflexión.
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!