¿Es posible ser feliz en el mundo actual?
Formuló la pregunta porque, en un mundo plagado de maldad, injusticia, codicia y egoísmo, la felicidad parece ser una utopía.
Ser feliz es, al mismo tiempo, tan difícil como sencillo.
Sencillo porque, para ser feliz, solo hay que atraer el estímulo correcto y remover el estímulo incorrecto.
Difícil porque, el aparente y simple acto de atraer y remover estímulo, puede llegar a ser una tarea imposible.
Por ejemplo:
Para ser feliz, se necesita una buena salud. En la teoría es sencillo, pero en la práctica, ¿Cómo encontramos una cura para las enfermedades?
Para ser feliz, se necesita dinero. En la teoría es sencillo, pero en la práctica, ¿Cómo hacemos dinero si nuestro salario es una miseria? O, peor aún, ¿Cómo hacemos dinero si ni siquiera tenemos trabajo?
Para ser feliz, se necesita amor. En la teoría es sencillo, pero en la práctica, ¿Cómo hacemos para conseguir una pareja estable, con la cual tener una vida próspera y satisfactoria?, ¿Cómo hacemos para tener una relación exitosa cuando las personas son tan egoístas y narcisistas?
¿Entienden por dónde va la cuestión?
Si pudiéramos atraer lo que deseamos, con el simple acto de imaginarlo, ser feliz no sería ningún problema.
Somos infelices porque no podemos obtener lo que deseamos. No podemos cambiar nuestras circunstancias. No podemos remover el dolor de nuestras vidas.
La felicidad es inalcanzable debido a esta incapacidad, debido a esta impotencia.
Para colmo de males, el sistema no ayuda en lo absoluto. Por el contrario, lo hace todo más complicado.
Les contaré una pequeña historia:
Mis abuelos, que en paz descansen, nacieron y se criaron en el campo.
En algún momento, decidieron dejar sus vidas de campesinos para irse a la gran ciudad.
Mi abuelo, quien no tenía mucha educación, tuvo que trabajar de mecánico para sacar adelante a su familia.
Aún así, trabajando como un humilde mecánico toda su vida, logró comprar una casa grande y sacar adelante a sus cinco hijos.
Hijos a los que pudo proporcionarles una educación universitaria.
Un logro bastante admirable, teniendo en cuenta sus limitadas posibilidades.
La historia de mi otro abuelo es similar, aunque considerablemente más cómoda:
El hombre sólo estudió hasta el bachillerato. Sin embargo, llegó a ser gerente de un banco.
Asimismo, también pudo comprar una casa grande y sacar adelante a sus siete hijos.
Al final terminó jubilándose, con una buena pensión, a la edad de 55 años.
Es sorprendente que mis abuelos hayan podido realizar estas cosas, considerando que su educación no superaba a la de un bachiller común.
Y si tenemos en cuenta que esto sucedió en Colombia, y no en Estados Unidos, el logro es aún más sorprendente.
Pregunto:
En los tiempos actuales, ¿Qué campesino, con baja educación, puede llegar a la gran ciudad, comprar una casa grande y sacar adelante cinco hijos, pagándoles a todos sus estudios universitarios?
¿Qué persona, con sólo un bachillerato, puede llegar a ser gerente de un banco?
Es cierto que a mis abuelos les tocó trabajar bastante duro. No obstante, también es cierto que la vida, en muchos sentidos, era más fácil en aquel entonces.
Hoy en día, una persona normal si acaso puede tener dos hijos.
Nadie, en la actualidad, puede sostener los 10 o 12 hijos que tenían las familias de antaño.
En los tiempos modernos, las personas deben tener, como mínimo, una maestría, y a veces un doctorado, para obtener un trabajo decente y bien pago.
Hoy en día es difícil trabajar toda la vida en la misma empresa. Pues es normal que las compañías reemplacen a sus empleados antes de que estos cumplan cierta cantidad de años.
Todo con el fin de aminorar costos. Pues es más económico y eficiente contratar empleados jóvenes, que lidiar con los gastos e inconvenientes que generan los empleados más viejos.
Atrás quedaron las épocas en donde la gente podía comprar viviendas de siete habitaciones con un jardín inmenso. Atrás quedaron las épocas de bellas casas y barrios residenciales.
Hoy tenemos que vivir apeñuscados en diminutos e incómodos apartamentos.
La sobrepoblación obliga a construir hacia arriba, pues no hay otra manera para lidiar con el exceso de personas. Hay que embutirlos a todos en esos horribles rascacielos.
Paradójicamente, a pesar de toda la tecnología de la que disponemos, la vida moderna es más difícil que la vida de antaño.
La sobrepoblación genera mayor competencia y vuelve todo más complicado.
Es bien sabido que el mundo está gobernado por una pequeña élite, y que la tecnología está en manos de las grandes corporaciones.
Por lo tanto, eso de que: “los ricos se hacen cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres”, es completamente cierto.
Se supone que la tecnología debería liberarnos. Pero, en realidad, nos esclaviza.
Somos esclavos de un sistema. Peones que trabajan, incontables horas, para llenar los bolsillos de unos pocos.
En el mundo actual, ser feliz es bastante difícil. Puede que no sea imposible, pero sí es más complicado.
Entonces,
¿Hay alguna esperanza de cara al futuro?
¿Hay algo que podamos hacer para cambiar estas funestas condiciones?
Es interesante, pero…
El Apocalipsis habla del final de los tiempos. Quizá estamos viendo los últimos días de un sistema corrupto, que pronto llegará a su fin.
Definitivamente, y a juzgar por la tendencia poco alentadora del mundo actual, creo que estamos viviendo en este período apocalíptico.
El dicho popular reza: “después de la tormenta, viene la calma”.
Es posible que mejores vientos le aguarden a la humanidad, pero antes de llegar ahí, hay que experimentar una época tormentosa.
Antes de continuar, es preciso clarificar una cuestión:
¿A qué me refiero exactamente con el final de los tiempos?
Contrario a lo que muchos piensan, el final de los tiempos no significa el fin del mundo, ni el fin de la raza humana.
El final de los tiempos significa el final de un sistema, el final de un paradigma, el final de un período.
Los “tiempos viejos” serán reemplazados por “tiempos nuevos”.
Es decir, el salvaje y codicioso sistema capitalista, tal cual lo conocemos, tendrá que morir y dar paso a un nuevo sistema. Uno más humanista y benigno.
Evidentemente, como todos los procesos, esto no ocurrirá de la noche a la mañana, sino que será una evolución lenta y gradual.
La muerte del sistema actual, y el subsiguiente nacimiento del nuevo, puede tomar varios siglos (inclusive milenios).
Puede que hasta ahora estemos en los albores del Apocalipsis. O, quizá, en algún punto intermedio.
Es importante comprender lo siguiente:
Para que el sistema cambie, la gente necesita primero despertar.
El sistema solamente nos puede esclavizar en la medida en que lo permitamos.
El problema eterno de la humanidad es que acepta y promueve la esclavitud.
El humano siempre ha consentido, de una u otra forma, ser esclavizado por pequeñas élites.
Hemos sido esclavizados porque carecemos de conciencia, porque nunca nos hemos unido.
La gente está dispuesta a trabajar 8, 10, o 12 horas al día, por un salario irrisorio, para enriquecer a los dueños de una empresa.
¿Por qué lo hace?
Muy sencillo: porque otras personas lo hacen.
Mientras haya individuos dispuestos a seguir los caprichos de una élite, será imposible liberarnos.
Unidos nos liberamos, o unidos nos esclavizamos.
La liberación solamente ocurrirá cuando las personas tengan un despertar de conciencia.
Cuando todas, al unísono, entiendan que están siendo esclavizadas.
La tecnología proporciona posibilidades muy interesantes. El problema es que no todos tienen acceso a ella.
La élite monopoliza la tecnología y la proporciona a cuenta gotas, solamente si hacemos lo que a ellos les plazca.
De esta manera nos convertimos en esclavos.
El pueblo fabrica la tecnología, pero no la posee, no es dueño de ella.
Cuando la tecnología sea del pueblo, y no de la élite, las cosas empezarán a mejorar.
En el momento en que la tecnología no sea monopolizada, sino repartida equitativamente entre las personas, la felicidad dejará de ser una utopía, para convertirse en una realidad.
Por eso, amigos míos, el primer paso para lograr esto es: DESPERTAR.
Es necesario adquirir conciencia. Es necesario rebelarse.
Cuando digo “rebelarse”, no me refiero a luchar en forma bélica y violenta. Me refiero a “adquirir conciencia”, a no estar dispuesto a que nos traten como tontos, a que nos sigan manejando como más les conviene.
Esta adquisición de conciencia tiene que ser global. Es decir, todas las personas tienen que hacerlo. De lo contrario, mientras siga habiendo gente inconsciente, la élite seguirá reinando.
Ahora bien, aunque adquirir conciencia es muy importante, no es lo más importante.
De nada nos sirve liberarnos de una élite, para caer en manos de otra.
Como ya lo mencioné, la tecnología tiene que ser compartida. Todas las personas deben tener derecho a ella, por igual.
Para lograr esta igualdad, no obstante, es necesario abandonar la maldad, la codicia, el egoísmo y la injusticia.
Es apenas lógico.
¿Realmente se puede ser feliz en un mundo lleno de personas inicuas?
¿Realmente existe alguna esperanza de libertad en un mundo cuyos habitantes están llenos de maldad y codicia?
Un mundo feliz tiene que estar compuesto por personas bondadosas y empáticas. Por personas justas y honestas, dispuestas a realizar el bien en todo momento. Por personas altruistas, que no solamente piensan en su propio bienestar, sino también en el de su semejante.
En el mundo actual, las personas ven a un mendigo muriéndose de hambre, y nadie hace nada. A nadie le importa. Ni siquiera al gobierno, lo que es aún más triste.
Ningún mundo feliz acepta individuos de esta naturaleza.
Bien lo decía Jesús:
“Bienaventurados los que son perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”.
“Ámense los unos a los otros, así como yo los he amado”.
«Misericordia quiero y no sacrificio.”
“El reino del cielo está dentro de ustedes”.
“Ama a tu hermano como a tu alma; cuídalo como la pupila de tu ojo”.
“El amor es la puerta que nos conduce del egoísmo al servicio”.
Fijémonos qué Jesús habla del amor, la justicia y la misericordia, como las claves para acceder al reino de los cielos.
Dice que el reino está dentro de nosotros.
¿Qué quiere decir esto? Qué está en nuestras manos acceder al cielo. O, mejor dicho, crear nuestro propio paraíso.
Lo único que necesitamos hacer es DESARROLLAR LAS VIRTUDES DEL AMOR, LA MISERICORDIA, LA BONDAD Y LA JUSTICIA.
La felicidad duradera y eterna se encuentra en paraísos y cielos. Es decir, en planos superiores de existencia.
La verdadera felicidad, tal y como dijo Jesús, no es de este mundo.
El mundo puede, y debe, cambiar.
El paraíso en la tierra es posible, pero depende de nosotros mismos. Depende de nuestra capacidad para adquirir conciencia. Depende de nuestra capacidad para evolucionar y abrazar los principios de la bondad, la virtud y la rectitud.
Por eso, mi invitación para ustedes, mis emprendedores de la felicidad, es que hagamos un esfuerzo por ascender a planos superiores de existencia.
Hagamos como dijo Jesús:
Cultivemos tesoros en el cielo y no en este mundo.
En otras palabras, pongamos nuestra fe en un nuevo mundo, en un mejor paradigma, y no en este inicuo mundo capitalista, perecedero y efímero.
Cultivemos el don del amor, la bondad, la misericordia y la justicia, pues estos son los tiquetes de entrada al paraíso.
Estos constituyen el pasaporte a un mejor mundo y a una felicidad eterna. Una felicidad inimaginable, que jamás hemos podido, y jamás podremos, experimentar en el mundo actual.
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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Como siempre, te ha hablado tu amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!