La historia está plagada de historias de ovnis. Algunas tan famosas como el incidente de Roswell y otras menos conocidas por el público.
Dentro de la ufología, tenemos historias en todos los colores y sabores: luces extrañas en el cielo, abducciones, esferas que matan, pequeños hombrecitos verde, etc.
En fin, todo un abanico de experiencias se encuentra dentro de este fascinante campo.
La historia del día de hoy añade un nuevo matiz al innumerable repertorio de anécdotas extraterrestres. Es un relato bastante peculiar, pues se trata de una “conversación” entre un ovni y un ser humano.
Les explicaré cómo va esta crónica.
Antes de empezar, no obstante, quiero que piensen en lo siguiente:
Imagínense las consecuencias de entablar conversaciones con civilizaciones extraterrestres.
¿Qué implicaría ello para la humanidad? ¿Podría ser el comienzo de un intercambio fantástico de conocimientos y tecnología? O, por el contrario, ¿sería el comienzo del fin?
Por un lado, la cantidad de información, y saberes, que nos podría proporcionar una civilización extraterrestre, está más allá de lo que podemos comprender.
Sus avances en materia tecnológica y médica podrían cambiar radicalmente la vida sobre este planeta.
Por otro lado, si sus intenciones son hostiles, entablar contacto con extraterrestres podría significar el fin de la raza humana. O, por lo menos, el inicio de una era de esclavitud.
Ciertamente, interactuar con seres alienígenas no es un evento que se pueda tomar a la ligera. Es algo sobre lo que debemos reflexionar.
Dicho esto, entremos ahora sí en materia:
Este acontecimiento le sucedió a un hombre llamado Garey Storey, el jueves 17 de julio de 1967.
Por ese entonces, el señor Storey vivía en Newton, New Hampshire. Resulta que, ese día, el hombre se encontraba en la casa de su cuñado, montando un telescopio para observar la luna.
Todo marchaba sin contratiempos. Storey hacía ajustes aquí y allá, cambiando las lentes y enfocándolas en la vasta inmensidad del espacio.
En un momento determinado, el hombre empezó a observar con su telescopio cuando, de repente, observó una brillante luz.
Pensando que había dado con alguna constelación interesante, Storey intentó enfocar aquella misteriosa luminiscencia.
El hombre se percató que las luces relampagueaban sucesivamente de un lado para otro. Además, noto que éstas estaban sujetas a lo que parecía ser un disco de gran tamaño.
El cuñado de Storey, quien en ese momento se encontraba a su lado, encendió tres veces las luces de su linterna, en dirección al objeto. El hombre contaría más tarde que simplemente lo hizo por impulso.
Para sorpresa de los dos hombres, el disco dio marcha atrás sin girar y atenuó la intensidad de las luces tres veces, respondiendo a los mensajes del cuñado de Storey.
Boquiabiertos, ninguno de los hombres podía creer aquello que estaba viendo.
Para verificar que el disco, efectivamente, les había respondido, los hombres decidieron ponerlo a prueba.
Esta vez, Storey le dijo a su cuñado que encendiera la linterna cuatro veces. Dicho y hecho, la linterna relampagueó cuatro veces. El disco, por su parte, hizo lo propio. Relampagueó cuatro veces.
Los hombres entonces decidieron encender la linterna cinco veces. A lo que el disco también respondió con cinco relampagueos.
Era evidente que algún ser inteligente se encontraba dentro del mismo.
Después de este intercambio de mensajes luminosos, los hombres escucharon que un avión se aproximaba.
Cuando la aeronave estaba cerca, el disco apagó sus luces, espero que el avión pasara, y luego volvió a encenderlas.
En ese momento, Storey nos relata: «pensamos que el disco se había ido, pero entonces, reapareció, por lo menos 10 veces más brillante que antes. Esta vez pudimos observarlo bien, se trataba de un objeto blanco de forma ovalada».
El diálogo de linternas comenzó una vez más. Pero, esta vez, los hombres decidieron ir un paso más allá.
Storey le dijo a su cuñado que efectuara una señal larga, seguida de una señal corta. Es preciso mencionar que ambos habían sido operadores de radar en el ejército, así que sabían algo sobre este tema.
En respuesta, el ovni efectuó una señal larga y luego una corta.
En total, hicieron 10 variaciones de señales y, en todos los casos, el objeto las imitó tal cual.
Al final, y tal vez ya cansado de este juego infantil, el objeto encendió todas sus luces y se desvaneció detrás de una hilera de árboles.
Storey decidió reportar el incidente y varias organizaciones, dedicadas al estudio del fenómeno ovni, decidieron investigar. No obstante, por más que se intentó, nunca se supo qué demonios era aquel objeto.
El pastor local de la Iglesia ha dado fe de la honestidad de ambos hombres, y aseguró que no mentían, y que tampoco buscaban publicidad.
El testimonio de los hombres se añadió a los expedientes de los fenómenos ovni y, al igual que muchos otros, quedó sin explicación alguna.
¿Será que los extraterrestres están deseosos de ponerse en contacto con nosotros? En mi opinión, creo que todavía no tienen interés.
Sin embargo, eso no quita que, en ocasiones, puedan jugar un poco con nosotros, de la misma manera en que lo hicieron con el señor Storey y su cuñado.
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
Espero que les haya gustado la historia.
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Como siempre, les ha hablado su amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!