El manual del mal estudiante dicta: no hagas hoy lo que puedes hacer mañana. Como mal estudiante que fui, conozco el credo a la perfección. Solía ser de aquellos que dejaban las tareas para la última hora del domingo. Y cualquier trabajo que se podía hacer con meses de anticipación, apenas lo comenzaba la noche anterior a la fecha de entrega.
Es muy fácil procrastinar, empujar las cosas hacia el lejano futuro. Puede resultar simple y cómodo, pero no es la mejor manera de lidiar con el estrés. Sin embargo, lo opuesto sí lo es: evitar la procrastinación es la mejor receta para mantener nuestro estrés bajo.
Usualmente experimentamos estrés gracias a la presión de las consecuencias. Las terribles y horrorosas repercusiones que nos acaerán si no realizamos las tareas que tenemos que hacer (o si no las realizamos correctamente).
Irónicamente, por alguna extraña razón, creemos que el problema se solucionará si no realizamos lo que se supone debemos hacer (o si lo hacemos al último minuto). No obstante, las cosas deben realizarse. Y si queremos hacerlas bien, necesitaremos la mayor cantidad de tiempo posible.
Miremos entonces la situación: el estrés es causado por las consecuencias indeseables de no realizar las cosas, o de realizarlas en mala forma. Para hacer las cosas correctamente, necesitamos la mayor cantidad de tiempo posible. Por lo tanto, la conclusión lógica es que entre más antes nos pongamos a la obra, mucho mejor será.
Entre más pronto comencemos, más grande será la probabilidad que terminemos nuestros quehaceres dentro de la fecha límite. Y entre más tiempo tengamos a disposición, mejor podremos realizar el trabajo. Si lo vemos desde esta perspectiva, nos daremos cuenta que evitar la procrastinación es la fórmula para mantener bajo el estrés.
Adicionalmente, debemos señalar que el estrés también es una cuestión de culpa. El remordimiento que sentimos por no hacer nuestro trabajo, por no hacer lo que se supone.
Es cierto que podemos sentir miedo por no realizar lo que tenemos que hacer, o por no hacerlo con la calidad suficiente. A veces es más fácil culpar a nuestra pereza que a nuestra incompetencia. No obstante, las cosas se tienen que realizar queramos o no. Y si nuestros talentos son limitados, no debemos culparnos.
Es importante tener presente que no somos perfectos. ¿Por qué necesitamos creer que somos los mejores en lo que hacemos? Somos lo que somos, y punto. Si no somos tan talentosos, pues no es nuestra culpa. Es un error tratar de definir nuestra valía en base a que tan hábiles o torpes somos.
Lo importante es que siempre demos lo mejor de nosotros mismos, y que siempre estemos haciendo esfuerzos constantes para ser mejores. Es la actitud y la intención la que cuenta, no los resultados. Es cierto que vivimos en un mundo de resultados, pero difícilmente vamos a perder la vida si los resultados no son satisfactorios.
No eres perfecto para hacer un trabajo perfecto, pero estoy seguro que tampoco eres un incompetente. Así que no es realista pensar que los resultados de tu trabajo serán horribles. Si comienzas a trabajar lo más pronto posible, y pones tu mejor esfuerzo, te garantizo que los resultados serán lo suficientemente buenos. Y esto es más que suficiente. La próxima vez podrás hacer un mejor trabajo, puesto que siempre estás esforzándote para ser mejor.
Deja de procrastinar y realiza el trabajo lo más pronto posible. Te aseguro que, una vez comiences, tus niveles de estrés se reducirán. Al final, puedes estar tranquilo porque sabes que estás dando lo mejor de ti y no tienes nada que recriminarte. Puedes tener la conciencia limpia al saber que haces las cosas lo mejor que puedes. Y esto es lo que al final importa.
Bueno, mis emprendedores de la felicidad,
Dejen de procrastinar y hagan lo que tienen que hacer de la mejor manera que puedan. Verán cómo sus niveles de estrés se reducen considerablemente.
Que tengan el mejor de los días!
Hasta la próxima!