Todos los días viajo entre mi casa y la universidad. Mi destino me obliga a tomar la línea roja del Metro, que atraviesa la ciudad de sur a norte. Éstos viajes usualmente transcurren sin novedad, así que dejo a mi mente divagar libremente. Mientras atravieso una infinidad de túneles subterráneos, me sumerjo en ejercicios mentales que me mantienen ocupado.
A medida que el tren avanza, una avalancha de ideas se ciernen sobre mi cabeza. Pensar es algo que realmente disfruto, una actividad para entretenerme con innumerables conceptos excitantes. Usualmente, es en estos momentos que los rayos de la inspiración me golpean. ¿No les parece fascinante cuando esto sucede? Es como cuando se enciende un bombillo en la cabeza, haciéndonos decir: Eureka! Ahora lo entiendo!
Así fue como sucedió: estaba pensando en lo absurdo que sería una carrera entre un Buggati Veyron y un Topolino. Sería como poner a pelear un león contra un conejo. Las comparaciones son odiosas, y con buena razón, porque a veces las diferencias son tan abismales, que simplemente no es justo. No podemos comparar naranjas con manzanas.
Podríamos decir que la madre naturaleza es «injusta». La piscina genética no tenía la misma cantidad de agua, cuando decidimos lanzarnos de clavado. La historia nos lo presenta crudamente: algunos son ricos y otros pobres, unos muy guapos y otros muy feos, unos con habilidades excepcionales y otros a duras penas pueden cocinar un huevo. Considerando las enormes diferencias, ¿sería justo compararnos con otros?
En algunas áreas, no podemos compararnos con ciertas personas, simplemente porque éstas están mejor equipadas para el éxito (no todos pueden jugar futbol como Lionel Messi). Es pura selección natural, como Darwin elocuentemente lo hubiera dicho. Es triste de reconocer, pero es la verdad. No todos estamos en la misma liga. No todos poseemos las mismas herramientas para sobrevivir. No todos operamos bajo las mismas circunstancias.
Permítanme clarificar esta idea, antes que me bombardeen con las flechas de su criticismo. Aquí no estoy promoviendo prejuicios ni discriminación. No estoy diciendo que la gente no deba tener los mismos derechos. Todos somos libres y todos debemos ser tratados con los mismos privilegios. Desde este punto de vista, todos somos iguales. No obstante, cuando de talentos se trata, no todos fuimos igual de bendecidos.
Siempre habrá alguien con más dinero y mejores recursos. Alguien mejor parecido, más talentoso, o más fuerte. Los genes y las circunstancias le proporcionan ciertas ventajas a ciertos individuos. Y es justamente por eso, que no es lógico compararse con los demás.
Ahora bien, la madre naturaleza no es totalmente «injusta». Las bendiciones que le puede otorgar a un individuo en un área, se las puede quitar en otra. Así, las herramientas que poseemos para la supervivencia, se equilibran y compensan. Sin embargo, no deja de ser algo usual, que nos comparemos con los demás en áreas para las cuales no estamos muy bien dotados.
No debemos compararnos con los demás, solamente debemos compararnos con nosotros mismos. Eso no significa que debamos ser mediocres o que tengamos una excusa para justificar el fracaso. Simplemente, significa que debemos esforzarnos para superar nuestros propios registros, logros y limitaciones.
Siempre estoy tratando de mejorarme a mí mismo, de ser mejor en todo sentido. Ustedes deberían hacer lo mismo. Es nuestro deber mejorarnos, exceder nuestras limitaciones y derrotar nuestra ignorancia. Si queremos que una pelea sea justa, los contendientes tienen que estar al mismo nivel, como en el boxeo. Así que lo mejor es enfrentar a alguien que esté en nuestro mismo nivel, ¿pueden pensar en un mejor candidato que nosotros mismos?
Así que ya lo saben, mis queridos emprendedores de la felicidad…
Compitan solamente con ustedes mismos!
Hasta la próxima!