En mis épocas escolares solía tener problemas de atención, como les sucede a muchos niños.
Recuerdo, como si fuera ayer, el salón de clases del tercer grado.
Me acuerdo de que, en la última clase del día, alrededor de la una de la tarde, me distraía y me ponía a mirar por la ventana.
La vista daba a uno de los grandes jardines del colegio, aquel que se encontraba justo enfrente de la cafetería.
Mientras el profesor hablaba y explicaba, quién sabe qué cosas, yo solamente me limitaba a divagar y soñar.
Eran sueños de niño, sin duda, pero cumplieron una función importante (además de ayudarme a escapar de la aburrida clase de matemática, claro está).
Estos sueños me ayudaron a cultivar el arte de filosofar. El ejercicio de pensar y formar estructuras mentales.
Una actividad que, de ahí en adelante, realizaría en abundancia durante el transcurso de mi vida.
La mayoría de mis videos son bastante filosóficos y este, por supuesto, no es la excepción.
Explicaré el concepto de «la escala de evolución cósmica» a través de un ejercicio mental. Hoy quiero que filosofemos un rato.
Sin caer en fanatismos religiosos, intento convencer a la gente de que Dios existe y que además tiene un plan maravilloso para nosotros.
Este plan se encuentra escondido en todas las religiones y filosofías del mundo.
Nunca se ha esbozado de manera explícita, ni tampoco se encuentra en una doctrina. En realidad, sus pedazos y partes se encuentran desparramadas y ocultas en todo el pensamiento humano.
Puede que creas o no en la existencia de Dios. No obstante, independientemente de tus creencias, quiero que imagines por un momento que el todopoderoso existe.
Pregúntate:
Si fueras Dios, ¿Qué harías? ¿Cómo planificarías el universo, el mundo y la vida?
¿Cuál sería el propósito? ¿Por qué razón crearías individuos como los seres humanos?
¿Crearías a las personas para que vivieran solamente una vez y luego murieran para siempre? ¿Los pondrías a vivir a todos en un paraíso? ¿Los mandarías a todos a un infierno?
Es útil tratar de ponerse en los zapatos de Dios, descubrir cómo piensa.
Las personas hablan, opinan y critican a Dios, pero casi nunca se ponen en su lugar.
Es útil hacer el ejercicio porque, si se desean conocer los propósitos del creador, hay que imaginar estar en su posición.
Conocer el plan de Dios es de suprema importancia porque todo nuestro futuro, esperanza y felicidad dependen de él.
La gente anda sumergida en sus vidas sin entender realmente la panorámica global, el gran cuadro que enmarca todas las cosas.
En cierto modo, somos como las hormiguitas del jardín, que solo se concentran en llevar hojas al hormiguero, sin tener conciencia de sus alrededores.
La hormiga ignora que el hormiguero está en el jardín de la casa de un fulano, y que esa casa hace parte de una ciudad localizada en un país cualquiera de un planeta aleatorio. Uno de los miles de billones que existen allá afuera.
La gente nace, vive y muere. Preocupados por subsistir, las personas no hacen otra cosa que comer, dormir, reproducirse y perseguir placeres.
Mientras tanto, una fuerza más grande que nosotros controla los hechos y ejecuta las acciones. Detrás de bambalinas, un titiritero cósmico maneja los acontecimientos como más le place.
¿Qué rol juegan los humanos en esta obra de teatro cósmica? ¿Será que apenas somos actores secundarios que aparecen en escena, por un instante fugaz, y luego desaparecen para darle paso a los personajes más importantes?
Repito:
Si fueras dios, ¿Qué harías? ¿Cómo diseñarías la obra de teatro universal?
Lo primero que debemos preguntarnos es:
¿Por qué habría Dios de crearnos? ¿Por qué engendrar y dotar a otros seres con vida, inteligencia y espiritualidad?
Tal vez Dios es un sadista y nos ha creado para burlarse de nosotros, para disfrutar con nuestro sufrimiento.
Quizá, y como he escuchado por ahí, nos creó para alimentarse de nuestra energía, para ser el “alimento cósmico de los dioses”.
¿Será que acaso fuimos el resultado de un simple experimento? ¿Un experimento fallido, en todo caso?
Tal vez Dios se sentía solo y necesitaba compañía. Quizá deseaba ser admirado por criaturas inferiores. Restregarles en la cara su inmenso poder.
Todas estas posibilidades pueden ser reales. Sin embargo, ¿no deberíamos ser más optimistas? ¿Será que a Dios no se le ocurrió un mejor propósito? ¿Un propósito más cuantioso y sustancial?
Tal vez Dios nos ha creado para ser felices, para darnos la oportunidad de experimentar todo tipo de cosas: desde lo más maravilloso, hasta lo más cruel.
Quizá quiso otorgarnos un tremendo obsequio: el don de disfrutar y compartir con él su creación.
Si Dios deseaba que fuéramos felices, ¿por qué creo tanto sufrimiento? ¿Por qué permite tanto dolor en el mundo?
La razón y el propósito del sufrimiento siempre ha sido, y siempre será, una gran incógnita.
¿Por qué existe la maldad? ¿Por qué no vivir en un mundo perfecto? ¿Por qué no vivir en un paraíso?
Algunos credos religiosos nos culpan a nosotros.
La historia más famosa es la del jardín del Edén, que narra cómo el pecado nos hizo perder nuestros privilegios y ser expulsados del paraíso.
Otra posibilidad es que Dios, al ser una entidad que comprende el bien y el mal, no haya podido concebir un universo en donde no existan ambos elementos.
Para lograr una manifestación total de su esencia, quizá el mal y el bien tengan que coexistir. Tal vez la felicidad y el sufrimiento tienen que ir de la mano, como dos entidades inseparables, dos caras de la misma moneda.
Sin importar cuál sea la verdad, les daré mi opinión al respecto:
Creo que Dios ha creado un multiverso. Es decir, un número infinito de universos y dimensiones paralelas.
Cada dimensión tiene condiciones y leyes físicas diferentes.
Algunos de estos universos son más hostiles y otros más amigables. Algunos pueden asemejarse a paraísos y otros a infiernos.
Las condiciones del jardín del Edén, por ejemplo, eran más favorables para el ser humano.
Cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, tuvieron que vivir en un mundo nuevo. Una tierra con condiciones mucho más difíciles.
Según su grado de evolución, todos los universos y mundos se organizan en una escala que llamo: «la escala de evolución cósmica».
Asimismo, estos mundos están habitados por seres con distinto nivel evolutivo.
Los seres con mayor grado de nivel evolutivo viven en los mundos más desarrollados. Es decir, aquellos cuyas condiciones son más paradisíacas.
Los seres con menor grado de nivel evolutivo viven en los mundos menos desarrollados. Es decir, aquellos cuyas condiciones son más infernales.
Cuando hablo de evolución me refiero, en esencia, a una de índole espiritual. Aunque también puede ser de índole física y tecnológica.
En un universo como el nuestro, por ejemplo, existen muchos mundos. Unos más desarrollados que otros.
Los mundos no existen en este universo solamente, sino que se distribuyen por todo el multiverso (en universos paralelos o en otras dimensiones).
La biblia hace referencia a algunos de estos mundos.
Por ejemplo, el cielo es la morada de los ángeles y otros seres de naturaleza similar.
Nadie sabe con exactitud cuántos mundos existen, ni cuántas clases de seres hay.
Lo único cierto es lo siguiente:
Existe una correspondencia entre las condiciones de los mundos y el nivel evolutivo de los seres que viven allí.
Es decir, las almas más subdesarrolladas, por así decirlo, viven en los mundos más subdesarrollados.
Por ejemplo: planetas como el nuestro, en donde las condiciones de vida son bastante difíciles.
Las almas más evolucionadas, por su parte, viven en mundos con mejores condiciones. Algunos de estos mundos tienen rasgos y características que los convierten en verdaderos paraísos.
Todas las almas se encuentran en un viaje a través de «la escala de evolución cósmica».
Las personas nacen, viven y mueren en mundos específicos.
Después, según sus acciones, reencarnan para continuar con su proceso de aprendizaje y evolución.
Las almas pueden reencarnar en el mismo mundo, obviamente, pero también pueden hacerlo en otros mundos.
La elección del mundo, reitero, depende del nivel evolutivo de las almas.
Los hindúes se refieren a este ciclo de reencarnaciones como «la rueda del samsara».
Se supone que las almas se encarnan una y otra vez hasta que, finalmente, pueden romper el ciclo. Este es el objetivo máximo del ser humano.
Cuando las almas han evolucionado lo suficiente, pueden abandonar el ciclo de reencarnaciones y ascender a niveles superiores de existencia.
Estos grados superlativos se encuentran en otros mundos, universos y dimensiones del multiverso.
En algunos de estos mundos ya no es necesario reencarnar. La muerte, como la conocemos, no existe en estas dimensiones superiores.
En resumidas cuentas, mantengan en mente lo siguiente:
Existe un multiverso con infinidad de mundos. Cada uno con condiciones más favorables y paradisíacas, o más difíciles e infernales.
Estos mundos están clasificados y distribuidos en una gran escala, llamada: «la escala de evolución cósmica».
Se llama así porque las almas están en un proceso de evolución espiritual, una especie de escuela cósmica, en donde ascienden y descienden según sus acciones.
La idea es aprender y evolucionar, pero, al mismo tiempo, también experimentar.
Las almas y mundos más evolucionados (aquellos con condiciones más paradisíacas) se encuentran en la parte superior de la escala.
Las almas y mundos menos evolucionados (aquellos con condiciones más infernales) se encuentran en la parte inferior de la escala.
Todos ascendemos y descendemos por esta escala, según nuestro grado de evolución.
La existencia de la escala da respuesta a una de las preguntas que formulamos al comienzo: ¿Por qué existe tanta maldad y sufrimiento en el mundo?
La respuesta es:
Porque vivimos en un mundo ubicado en la parte inferior de la escala. Un mundo subdesarrollado, habitado por almas poco evolucionadas.
En estos mundos existen cosas bastante negativas, como el dolor, la maldad y el sufrimiento.
Para escapar de estas cosas hay que evolucionar, ascender por la escala hacia mundos más perfectos.
Dios ha expresado su naturaleza totalizadora, que cubre todo el espectro del bien y el mal, en «la escala de evolución cósmica».
Lo que nosotros experimentamos, bueno o malo, es sencillamente un reflejo del punto en el que nos encontramos dentro de la escala.
Si el mundo en el que vives está plagado de elementos negativos, muy posiblemente es porque lo merezcas.
Existe una relación inequívoca entre la maldad y el sufrimiento de un mundo, y el grado evolutivo de sus habitantes.
En otras palabras, lo que cosechas es lo que siembras, y lo que experimentas es lo que mereces.
A mi entender, «la escala de evolución cósmica» es la noción que mejor explica las condiciones en las que vivimos. Es el concepto que más me satisface cuando divago y pienso en esta cuestión.
Ahí lo tienen mis amigos, una de las piedras angulares del plan cósmico de Dios: «la escala de evolución cósmica».
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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Como siempre, te ha hablado tu amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!