Cuando era niño, solía ser costumbre reunirnos a la mesa para comer. Mi madre, quien cocina muy rico, ocasionalmente preparaba algunos platillos extraños y de aspecto sospechoso. Evidentemente, siendo el chico que era, no quería comerlos. Entonces mi padre decía: «pruébalo, y si no te gusta, no lo comas. Pero por lo menos, pruébalo». Al final y a regañadientes, terminaba por hacerle caso.
Ya de adulto, puedo apreciar mejor la sabiduría de aquellas palabras. Permítanme reescribir las palabras de mi padre: «pruébalo, y si no te gusta, no lo hagas. Pero por lo menos, pruébalo». Creo que este pequeño consejo es una joya y voy a explicar la razón.
A veces creemos que nos conocemos, pero en realidad no lo hacemos. No existe ninguna ley natural que diga que, por defecto, debemos saber quiénes somos y qué queremos. Al final, no somos más que seres humanos. Y como tales, generalmente no sabemos mucho acerca de nosotros mismos, ni mucho menos lo que necesitamos para ser felices. No nacimos con este conocimiento incorporado en nuestro cerebro. Necesitamos adquirirlo y desarrollarlo durante el transcurso de nuestra vida.
La mejor manera para descubrir lo que deseamos y necesitamos, es probando y experimentando. Sea lo que sea, no importa, debemos ensayar. Si algo no nos gusta, pues no tenemos que hacerlo. No todas las cosas son para todo el mundo. No todos los trabajos, ni todas las actividades, llenan las expectativas individuales de cada quien.
La variedad es lo que hace al universo interesante y maravilloso. El mundo está lleno de diferentes personalidades y culturas, diferentes gustos y puntos de vista, diferentes necesidades y deseos. Somos seres únicos, y como tales, tenemos necesidades particulares que deben ser satisfechas. No todo el mundo va a ser feliz haciendo las mismas cosas. Algunas actividades y destinos, serán más adecuadas para unos que para otros.
En la medida en la que experimentemos, iremos descubriendo aquellas cosas que nos hacen felices, aquellas cosas que nos satisfacen. Una vez las descubramos, debemos enfocarnos en ellas. Si no sabemos que nos hace felices, entonces debemos experimentar. Probar hasta que descubramos que nos funciona, hasta que digamos «esto me hace sentir bien».
Muchas veces, lo que creemos que nos va a gustar, no nos gusta; y viceversa. A veces hay cosas a las que no les damos mucho crédito, y terminan sorprendiéndonos. Nunca vamos a saber realmente lo que nos puede brindar alegría y felicidad, a menos que probemos y experimentemos.
Nuestra existencia es un viaje de descubrimiento. Es una búsqueda perpetua de nuestra propia naturaleza, de nuestro propio yo. Siempre estaremos estudiando y aprendiendo en la universidad de la vida. Así que es completamente aceptable, que no sepamos exactamente qué es lo que necesitamos para ser felices.
Entonces, mis emprendedores de la felicidad, no les dé miedo experimentar y probar.
Les animo fuertemente a que lo hagan!
Hasta la próxima!