¿Es correcta la teoría de la evolución? ¿Prueba esta que Dios no existe?
Algún tiempo atrás tuve un acalorado debate con un ateo sobre las repercusiones de la teoría evolutiva de Darwin.
El hombre sostenía que la evolución prueba, de manera definitiva, la no existencia de Dios.
Por mi parte, yo argumentaba que la teoría de la evolución no se puede utilizar para probar la no existencia de Dios y que, por si esto fuera poco, la misma teoría tiene fallos bastante serios.
La gente da por sentada la teoría de la evolución y la toma como si fuera un hecho científico completamente comprobado.
La verdad es, no obstante, todo lo contrario. La teoría está llena de huecos que la ciencia no ha podido tapar.
Esto no quiere decir que la teoría sea del todo incorrecta. Pero, ciertamente, tampoco es del todo correcta.
Dividiremos el análisis en dos partes. Dos preguntas esenciales que resumen toda la cuestión.
El primer interrogante que debemos contestar es el siguiente: ¿Es correcta la teoría de la evolución?
Una vez tengamos respuesta a esta pregunta, procederemos con la segunda cuestión: ¿prueba la evolución que Dios no existe?
En este artículo intentaremos dar respuesta al primer interrogante. Es decir, dilucidar si la teoría de la evolución de Darwin es correcta.
El segundo planteamiento, sobre las implicaciones teológicas de la evolución, lo analizaremos en el próximo artículo.
En primer lugar, necesitamos una definición: ¿Qué es la teoría de la evolución?
Charles Darwin fue un naturalista británico que propuso la teoría de la evolución biológica por selección natural.
En el año de 1850, Darwin escribió un controversial libro titulado: «El origen de las especies».
En dicha obra, Darwin postulaba ciertas ideas básicas:
En primer lugar, sostenía que las especies cambian con el tiempo, dan nacimiento a nuevas especies y comparten ancestros comunes. A esta idea la llamó «descendientes con modificación».
En segundo lugar, Darwin afirmaba que el mecanismo de la evolución es la «selección natural».
La idea de la selección natural se puede resumir así:
Debido a que los recursos son limitados en la naturaleza, aquellos organismos que posean características ventajosas terminarán por conservarlas y heredarlas a sus descendientes.
Los organismos más fuertes, a su vez, tendrán mejores opciones de reproducirse y heredar las características favorables a las siguientes generaciones, haciéndolas más robustas y resistentes.
La selección natural hace que, con el tiempo, los organismos se adapten y estén mejor equipados a las condiciones de sus ambientes.
En tercer lugar, Darwin aseguraba que las características favorables se transmiten a las siguientes generaciones a través de pequeñas «mutaciones». Pequeños cambios en el ADN que se transfieren de generación en generación.
En definitiva, estas ideas resumen la esencia de la teoría de la evolución de Darwin.
Pero… ¿son correctas?
La verdad es que la hipótesis evolutiva está llena de inconsistencias y huecos, pues existe mucha evidencia científica que la contradice.
Muchos científicos de renombre, expertos en sus respectivas áreas, encuentran cada vez mayores problemas.
Entre estos científicos se encuentran profesionales como: paleontólogos, genetistas, geólogos, químicos, biólogos y físicos, entre otros.
Si nos pusiéramos a discutir la cantidad de evidencia que contradice la evolución, no terminaríamos el artículo del día de hoy.
Por lo tanto, y sin entrar en muchos detalles, me limitaré a dar una breve explicación de las evidencias más importantes.
Inconsistencia # 1: No existe un ancestro común.
En primer lugar, no se ha encontrado ninguna evidencia que muestre que los seres vivos provienen de un ancestro común.
Nunca se ha podido construir el famoso «árbol de la vida». Es decir, un organismo común que actúe como el tatarabuelo, por así decirlo, de todos los seres vivientes del planeta.
Por más que se ha intentado, las piezas del rompecabezas nunca cuadran.
La evidencia parece indicar que existen muchos árboles de la vida, paralelos unos de otros.
Los organismos van por distintas ramas, pero nunca logran rastrearse a un ancestro común.
La evidencia tampoco soporta la idea de «descendientes con modificación».
Existe un hecho irrefutable:
El registro fósil nunca ha mostrado las etapas intermedias de la evolución.
Si los organismos hubieran evolucionado lentamente hasta convertirse en lo que son hoy, la evidencia fósil mostraría los puntos intermedios de su evolución.
Así, por ejemplo, existirían fósiles que mostraran las etapas de evolución de un perro, desde su forma más simple, hasta aquello que conocemos hoy día.
¿Qué pasa? Que nunca se han encontrado fósiles intermedios en la evolución del perro. Y, no solamente en la evolución de este animal, tampoco en la de ninguna criatura existente.
Resulta que, de los miles, tal vez millones, de fósiles encontrados, ninguno muestra etapas en puntos intermedios de evolución.
Alguien podría mencionar al «Australopithecus», o al «hombre del neandertal», como eslabones intermedios en la cadena de evolución del hombre.
La verdad es que estos no son eslabones intermedios del hombre, sino especies diferentes. Son organismos similares a nosotros, como los gorilas o chimpancés, que alguna vez caminaron por el planeta y luego se extinguieron.
Esto puede decirse para el resto de las especies. Existen muchos organismos semejantes, pero ninguno de ellos es un eslabón intermedio en la evolución de otros.
¿No es extraño? Tantos fósiles encontrados para que ninguno muestre las etapas intermedias de evolución.
¿Qué muestra el registro fósil entonces?
Animales completamente formados, que carecen de esas supuestas etapas intermedias.
El registro fósil evidencia una explosión súbita de especies.
Este fenómeno se conoce como la «explosión cámbrica». Una especie de “Big Bang biológico”, en donde todos los organismos vivos aparecieron de manera súbita y repentina.
Los registros fósiles muestran que las especies han aparecido en franjas, por así decirlo, a lo largo de la historia. Sin ningún tipo de puntos intermedios.
Éstas evidencias contradicen el primer pilar de la teoría de la evolución: que existe un ancestro común y que todos los organismos vivos se han creado a partir de «descendientes con modificación».
Pero ¿Qué se puede decir de la selección natural y las mutaciones? ¿Podrían estas explicar el origen de la vida y de los organismos actuales? La respuesta es negativa.
Inconsistencia # 2: El experimento de «Miller-Urey» es incorrecto.
Los evolucionistas sostienen que la vida se creó a partir de una «sopa primordial». Un caldo de cultivo químico que existía en la tierra primitiva hace 3 o 4 billones de años.
El famoso «experimento de Miller-Urey», desarrollado por Stanley Miller y Harold Urey, en 1953, se supone que es la prueba definitiva de que la vida surgió de aquel campo de cultivo primitivo.
Miller reprodujo las condiciones de la atmósfera primitiva para crear aminoácidos, los bloques básicos de la vida.
El experimento fue exitoso y el hombre logró producir aminoácidos en el laboratorio.
¿Cuál es el problema entonces?
El problema es que los científicos han probado que la atmósfera primitiva de la tierra no se parecía en nada a la propuesta por Miller.
Hoy en día se sabe que la atmósfera primitiva es muy diferente a la del experimento de Miller-Urey.
Si Miller repitiera su experimento con las condiciones reales de la atmósfera primitiva, jamás habría obtenido aminoácidos.
En la actualidad, el experimento de Miller-Urey carece de validez científica.
Inconsistencia # 3: Es imposible crear el ADN por selección natural.
La teoría de la evolución establece que la vida se ha creado con pequeños y escalonados cambios.
Esto suena muy bonito pero, la verdad sea dicha, a nivel molecular esto es simplemente imposible.
El ADN nunca pudo haberse formado por pequeños y graduales cambios a través del tiempo.
¿Por qué razón? Lo explicaré con una analogía.
Imagina que las instrucciones para crear una máquina reproductora de DVD se encuentran, paradójicamente, en un DVD.
¿Entiendes el problema? Esta es la misma situación de: ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?
Para crear la máquina necesitas las instrucciones contenidas en el DVD, pero, desafortunadamente, no puedes reproducir el DVD porque no tienes la máquina reproductora.
El DVD representa las moléculas de ADN y la máquina reproductora de DVD representa la maquinaria celular necesaria para leerlas y convertirlas en proteínas.
En la célula, la maquinaria para procesar la información genética está codificada dentro de las mismas moléculas de ADN.
La única manera para que esto funcione es que, ambas cosas, tanto las moléculas como los sistemas de transcripción, se hayan creado de manera simultánea y coordinada.
Es decir, que una se haya creado con conciencia de la otra, pues se trata de dos sistemas interconectados que necesitan trabajar en conjunto.
Si apelamos a la idea de Dios, o un diseñador inteligente, esto se puede explicar sin ningún problema.
No obstante, para la evolución, con sus hipótesis de cambios graduales y accidentales, vía selección natural, es sencillamente imposible.
Se supone que la evolución, como la pregonan los científicos, ocurre de modo aleatorio, sin que la guíe una conciencia inteligente.
En consecuencia,
Los pequeños cambios graduales de la selección natural, en forma de mutaciones, deben ser capaces, por sí solos, de producir la complejidad de la vida.
Esto es imposible para el proceso de codificación del ADN.
La «complejidad irreducible de los sistemas», cómo en el ADN, implica planificación y visión a futuro. Saber de antemano como una parte del sistema interactuará con otra.
¿Cómo puede una evolución a ciegas, y sin ser guiada por una mente inteligente, realizar esta proyección hacia el futuro? Sólo los evolucionistas lo entenderán.
Inconsistencia # 4: El ser humano no se ajusta a la selección natural.
Según la teoría de la evolución, la selección natural «escoge”, por así decirlo, las características más favorables para las especies y desecha aquellas que no sirven. Aquellas que no otorgan ninguna ventaja y no son de utilidad.
Esto, desafortunadamente para los evolucionistas, no encaja con el ser humano.
Si existe un organismo que viola las leyes de la selección natural somos nosotros, tanto a nivel físico, como a nivel psicológico.
A nivel físico, la realidad es que no estamos bien adaptados para vivir en la naturaleza.
Por ejemplo, nuestra piel no está adaptada para resistir la radiación solar.
La pregunta es:
¿En qué momento perdimos el pelaje que nos protegía del sol?
¿Si era tan útil para protegernos de la peligrosa radiación, por qué la selección natural nos la quitó?
Alguien podría argumentar que, en el momento en que inventamos la ropa, nuestro organismo dejó de necesitar el pelaje.
El problema con este argumento es que los tiempos no cuadran.
El hombre primitivo había perdido su pelaje antes de que desarrollara la tecnología, como las casas y la ropa.
Nuestros antepasados andaban en taparrabos, expuestos a las inclemencias del sol. En ese momento, el pelaje todavía hubiera sido muy útil.
Entonces, ¿Por qué la evolución nos la quitó? Es algo que sólo entenderán los evolucionistas.
Estas inconsistencias también ocurren a nivel psicológico.
Por ejemplo:
¿Por qué habría el ser humano de realizar votos de celibato?
El celibato, ciertamente, no es una actividad útil para la sobrevivencia. Esta característica no debería estar presente en nuestro genes.
¿Por qué habría la selección natural preservar un gen que vaya en contra de la reproducción?
Lo cierto es que el ser humano exhibe muchas características que, desde el punto de vista de la evolución y la selección natural, no deberían existir, pues no otorgan muchas ventajas para la supervivencia.
Puede que el ser humano sea la excepción a la regla, pero, de ser así, ¿no debería esta excepción invalidar la ley por completo?
Esto es como si nos encontráramos con una excepción a la ley de la gravedad. En este caso, deberíamos replantearnos toda la ley y preguntarnos si realmente es correcta.
Puede ser que la selección natural y las mutaciones funcionen, hasta cierto punto, en un nivel micro evolutivo. Pero nunca en un nivel macro evolutivo.
Una especie puede mutar, para bien o para mal, en pequeñas escalas. No obstante, estos cambios jamás han probado ser lo suficientemente grandes para crear nuevos organismos.
Inconsistencia # 5: No existe el “ADN basura”.
Durante muchos años, los defensores de la evolución utilizaron el concepto de «ADN basura» para demostrar que la evolución accidental de la vida pudo ocurrir.
Este «ADN basura», decían, probaba que no había nada grandioso, ni inteligente, en la creación de la vida.
El argumento era el siguiente:
La naturaleza ha cometido demasiados errores genéticos para que pueda pensarse que todo fue obra de una mente inteligente.
Estos hombres sostenían que alrededor del 50% de nuestro código genético era innecesario, solo basura sobrante y redundante.
¿Qué sucede? Que en los últimos años los científicos han descubierto que este «ADN basura» no es tan basura como se pensaba en un comienzo.
Simplemente porque no entendemos la función de algo, no significa que no realice una tarea importante, que esté ahí de puro adorno.
Poco a poco, los científicos han descubierto funciones muy importantes para el «ADN basura». Funciones que antes desconocían por completo.
Por ejemplo:
En algún momento se pensó que las amígdalas, la glándula tiroides y el apéndice, por sólo mencionar algunos, no realizaban función alguna en nuestro cuerpo.
Hoy en día se sabe que esto no es cierto, pues estos órganos, de hecho, realizan funciones muy importantes en nuestro organismo. Funciones que antes, simplemente, éramos incapaces de comprender.
Estas son apenas algunas de las inconsistencias de la teoría de la evolución. Evidentemente, existen muchas más que aquí no tocamos.
Las ideas aquí presentadas son apoyadas por científicos prominentes, expertos en sus respectivos campos.
La conclusión es:
La teoría de la evolución está lejos de ser una verdad científica, comprobada más allá de cualquier duda.
Aunque las escuelas y los textos escolares se empeñen en venderla como una verdad absoluta, para los científicos con conocimiento la teoría de la evolución tiene huecos por todos lados. Cimientos muy débiles que pueden caer en cualquier momento.
Es una teoría en crisis, que se debilita cada vez más a la luz de nuevos hallazgos científicos.
¿Significa esto que la teoría es completamente errada? No necesariamente.
Cómo ya lo mencionamos, puede ser que ciertos preceptos de la evolución funcionen a un nivel micro.
Puede que sus leyes expliquen cambios y mutaciones dentro de ciertos contextos y hasta cierto nivel.
No obstante, para explicar el origen y la complejidad de la vida, falla por completo.
En el siguiente artículo intentaremos contestar el segundo interrogante: ¿Prueba la teoría de la evolución la no existencia de Dios?
Si la teoría es falsa, cosa que parece indicar la evidencia, la respuesta es obviamente negativa.
Sin embargo, quizá lo más interesante es asumir que la teoría de la evolución es correcta.
¿Por qué razón? Porque aun siendo correcta, todavía no se podría utilizar para probar que Dios no existe.
Analizaremos este argumento con mayor profundidad en el próximo artículo.
¡No se lo pierdan!
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima