Hoy vamos hablar sobre un tema muy curioso: un lápiz profeta.
Así como lo oyen amigos, un lápiz que realiza profecías. Bueno, en realidad no es tanto el lápiz el que realiza las profecías, sino algún tipo de espíritu o entidad que lo maneja.
Pero veamos con un poco más de detalle la historia, para que nos ubiquemos.
Todo comenzó en el año de 1907, cuando el arqueólogo y arquitecto Frederick Bligh Bond, estaba en busca de las capillas perdidas de Glastonbury.
Particularmente, la abadía de Glastonbury. Cuenta la leyenda que en este lugar es en donde está enterrado el rey Arturo, junto con la reina de Ginebra.
A pesar de su importancia histórica, se dice que Enrique VIII la destruyó casi por completo, saqueando la biblioteca y volando con pólvora todo el edificio.
Como siempre, uno no entiende esas manías de los gobernantes de querer conquistarlo todo y destruirlo todo ¡vaya sujetos con los que tenemos que lidiar!
En fin, la cosa es que este señor destruyó una de las estructuras más sagradas de Gran Bretaña, reduciéndola a un puñado de ruinas.
Pues resulta entonces que el señor Bond estaba en la búsqueda de estas capillas, y también de varios escritos relacionados con el Santo grial y de la fundación de la primera iglesia cristiana en Glastonbury (que, por cierto, se dice que fue José de Arimatea quien la fundó).
Entonces, volviendo a la historia, empieza este señor a excavar y excavar sin éxito, sin encontrar absolutamente nada de nada.
Muchos se hubieran dado por rendidos y hubieran abandonado la búsqueda. Pero no el señor Bond. Pues él, ciertamente, tenía en mente otros métodos menos convencionales.
La cosa es que este individuo utilizó un lápiz para dar con el paradero de la abadía. Pero no crean que se trataba de cualquier lápiz, sino que era un lápiz manejado por algún tipo de espíritu. O espíritus, para ser más exactos.
Resulta que el señor Bond había escuchado hablar del fenómeno de escritura automática, gracias a su amigo psíquico John Bartlett. Ustedes se preguntarán, ¿escritura automática? ¿De quién diablos nos estás hablando Andrés?
Pues bien, aparentemente, esto era muy popular en aquella época. Recordemos que, a finales de los años de 1800, una especie de boom espiritista invadió a Europa.
En esta época fue cuando se empezó a desarrollar el espiritismo, con su padre fundador, Allan Kardec.
Ahora bien, ¿En qué consistía todo esto de la escritura automática? Bueno, pues la cosa era más o menos así: se tomaba un lápiz, y después se invocaba un espíritu, o grupo de espíritus, para realizarles una serie de preguntas.
Esto era algo así como una especie de tabla Oija, sólo que, en vez de utilizar una tabla, se utilizaba un lápiz.
Entonces, una vez que uno invocaba al espíritu en cuestión, procedía a realizar preguntas y a recibir respuestas que venían desde otra dimensión. Se supone que no se debe realizar presión sobre el lápiz, sino que el espíritu empieza a escribir por uno.
Como el señor Bond estaba frustrado de no encontrar absolutamente nada en sus excavaciones, decidió probar el método. Así que tomó un lápiz, y sin ejercer presión sobre él, preguntó al espíritu en cuestión: ¿qué puede decirnos acerca de Glastonbury?
Así siguió el señor Bond realizando pregunta tras pregunta, a lo que el lápiz contestaba y escribía las respuestas (cabe resaltar que, en esta primera sesión, el lápiz escribía todo en latín). Ahora que lo pienso, sin duda hubiera sido muy útil tener uno de estos lápices en los exámenes del colegio.
Pues bien, lo primero que hizo el lápiz fue proporcionar algunos detalles sobre la capilla de Edgar, el mártir. Dijo que la estructura había sido modificada y también dibujó un mapa de cómo se veía en el pasado.
También mostró muchas capillas que se habían desaparecido hace mucho tiempo. Y, por si fuera poco, les avisó sobre los restos de una capilla desconocida.
Además de anunciarles todos estos descubrimientos, también les dio datos sobre sus proporciones y hasta les reveló el nombre de sus constructores.
Así, por ejemplo, la capilla de Edgar, el mártir, fue construido por un tal abad Beere, quien la bautizó con el nombre de capilla del rey Edgar.
Ahora bien, se supone que fueron varios los espíritus que se comunicaron con el señor Bond y manipularon el lápiz en su lugar. Uno de estos espíritus era el de un fray, de nombre Guillermo, quien la ayudó a dibujar planos de Glastonbury.
Esta entidad le indicó la existencia de una capilla situada a 30 metros al este y que tenía unas ventanas de vidrio azul.
El señor Bond empezó a excavar en los lugares que le había indicado el lápiz y, efectivamente, descubrió las ruinas de una capilla. Dentro de las mismas, también descubrió los susodichos fragmentos de cristal azul.
Ahora, esta no fue la última vez que el señor Bond utilizó el lápiz para que le ayudara a descubrir estructuras milenarias. En otra ocasión, se comunicó con un personaje inglés de comienzos del siglo XVI, para que le ayudara descubrir los restos de la capilla de Nuestra Señora de Loreto.
El espíritu, a través de la escritura automática, le dijo que las ruinas de la capilla se encontraban en un terraplén ubicado en el lado norte de las abadías.
Sin embargo, este no fue el único dato que le proporcionó. También le dijo que solo hallaría una pared, porque la gente de la región había utilizado los otros muros para la construcción de edificios privados.
Una vez más, cuando el señor Bond excavó, pudo constatar la certeza de las predicciones del lápiz. Esta comunicación entre humanos y espíritus duro por un lapso, más o menos, de 10 años.
Durante este tiempo, se comunicaron no solamente con el fray Guillermo, sino con todo un equipo de monjes (entre los que se encontraba Johannes Bryant, muerto en 1533). Éste «equipo arqueológico fantasmagórico», por así decirlo, se hacía llamar a sí misma la “compañía de Avalon”, o los “vigilantes del otro lado”.
Obviamente, toda esta comunicación con espíritus tuvo que ser mantenida en secreto. Pues por esa época, la Iglesia no veía con buenos ojos este tipo de prácticas.
Esto se evidenció en 1918, cuando el señor Bond publicó su libro «The Gate of Remembrance» (que traduce, «la puerta del recuerdo»).
Este libro puso muy nerviosas a las autoridades eclesiásticas y arqueológicas de aquel tiempo, pues en él, se confesaba que las excavaciones de Glastonbury habían sido llevadas a cabo gracias a los mensajes de escritura automática, perpetrados desde el más allá.
Mensajes proporcionados por los monjes que habían vivido en la abadía desde tiempos de antaño, antes de que fuera demolida.
Uno puede imaginarse el tipo de escándalo que esto debió haber resultado en aquella época. Pues a pesar de que no es una época tan lejana, relativamente, todavía es increíblemente distante en términos de desarrollo tecnológico, social e intelectual.
Recordemos que desde los tiempos bíblicos, la práctica del espiritismo siempre se ha visto como algo pecaminoso, una obra del demonio. Así que, sin lugar a dudas, esto de la escritura automática era algo que escandalizaba fuertemente a la Iglesia.
Además, no solamente a la Iglesia, sino que también, a la comunidad científica de arqueólogos. Pues a estos, tampoco les hacían mucha gracia los métodos empleados en estos descubrimientos. Ciertamente, espíritus escribiendo con lápices no es exactamente una técnica arqueológica muy científica.
Realmente, esta es una historia fascinante. Se preguntaría uno, ¿podría el señor Bond haber recibido, efectivamente, mensajes del más allá? Yo, la verdad, creo que sí. ¿Y porque lo digo?
Pues porque se han hallado documentos, como una carta escrita por un tal Everard Feilding, que confirman que los anuncios del fray Guillermo se produjeron muchos meses antes de los descubrimientos arqueológicos.
Además, las evidencias de este tipo de comunicaciones con espíritus abundan por doquier.
¿Y ustedes que creen, mis emprendedores de la felicidad? ¿Creen en la técnica de la escritura automática? ¿Creen que los espíritus se pueden comunicar con nosotros desde el más allá? ¿Creen en lápices que se mueven solos y son capaces de proporcionar información desconocida?
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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Como siempre, les ha hablado su amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!