En ocasiones, en este enigmático mundo ocurren cosas que nos hacen preguntar si realmente la casualidad existe. Cosas que desafían toda lógica y que, en su lugar, nos llevan a creer que existen fuerzas superiores que actúan con propósito y dirección.
Los casos que les voy a narrar a continuación son claros ejemplos de esto.
Al finalizar la historia, seguramente te cuestionarás tu ateísmo y tendrás buenas razones para creer que, después de todo, si existe una conciencia superior a la que llamamos Dios.
De lo contrario, no sé qué otra explicación lógica podrías dar a los sucesos acontecidos. Presta atención y saca tus propias conclusiones.
La primera historia comienza una mañana del 24 de diciembre de 1958.
En ese día, estaba a punto de realizarse algo que, sin duda, consideraríamos un verdadero milagro de Navidad.
Resulta que esa mañana la señora Hazel Lambert, quien vivía en Pennsbury Heights, Pennsylvania, conducía su coche plácidamente hacia la tienda de comestibles.
No obstante, por alguna razón incomprensible, la señora Lambert decidió tomar un camino alterno.
Una ruta que nunca, o casi nunca, solía tomar. Tal cual, y producto de ese extraño impulso, la mujer se aventuró por la calle Franklin. De repente, sin razón aparente, y en un momento de “locura”, si así queremos llamarlo, la señora decidió acelerar su coche intempestivamente, como si se tratara de un adolescente con ansias locas de adrenalina.
En medio de tan alocada decisión, la mujer, obviamente, perdió el control de su automóvil y empezó a patinar descontroladamente hasta terminar de nariz en un canal cercano, en las cercanías de la calle Hillside.
Allí, el coche terminó clavado en los hielos del río, pues recordemos que, por esa época, el invierno azota aquellas regiones nórdicas.
Cuando la señora Lambert volvió en sí, se dio cuenta de que la parte frontal de su coche se encontraba totalmente inmersa en las heladas aguas. Y, por si la situación no fuera lo suficientemente mala, las puertas de su automóvil quedaron atascadas entre las gruesas capas de hielo.
Naturalmente, en un ataque de pánico, la mujer empezó a tocar el claxon de su automóvil descontroladamente. No obstante, y para suerte de la mujer, resulta que en ese momento transitaba por allí el señor George Taylor, junto a su hijo.
El par de hombres, al oír el alboroto de la mujer y ver la presurosa situación en la que se encontraba, decidieron acudir al rescate de la dama. Ahora bien, esta no es la parte milagrosa de esta historia.
Resulta que, cuando los hombres llegaron a socorrer a la señora Lambert, también se percataron de que a unos metros de distancia de donde se encontraba el vehículo, había una niña de dos años que, por alguna razón inexplicable, estaba allí y se sujetaba con fuerza a los bordes de un agujero, intentando no caer a las heladas aguas.
Esta afortunada niña era Carol Scheese, quien, de no haber sido por esta milagrosa cadena de eventos, seguramente hubiera muerto congelada en aquellas gélidas aguas. La pregunta que queda en el aire, sin embargo, es la siguiente:
¿Pudo haber sido esto una simple coincidencia, o, alguna fuerza superior pudo haber obrado en la señora Lambert para que ésta, sin ninguna razón aparente, decidiera lanzar alocadamente su coche contra el río?
Aunque los escépticos digan que esto no es más que una simple coincidencia. Yo, por mi parte, creo que definitivamente una fuerza superior obró aquí, y utilizó a la señora Lambert para salvar la vida de la pequeña.
Ciertamente, no era momento para que la chiquilla abandonará este mundo. Alguna misión tendría todavía que cumplir.
Sin duda, este caso fue un verdadero milagro navideño, de aquellos que nos recuerdan que no estamos solos en este universo y que, creámoslo o no, existen inteligencias que nos cuidan y guían para que podamos llevar a cabo nuestros propósitos en esta tierra.
El siguiente caso le ocurrió a una mujer de 46 años, llamada Trishia Coburn. Resulta que esta pintora, felizmente casada y con unos hijos maravillosos, llevaba una vida aparentemente perfecta.
Todo marchaba sobre ruedas y las cosas no podían ir mejor. Sin embargo, como si la vida no fuera ya lo suficientemente irónica, un día todo esto cambiaría. Una noche, como cualquier otra, la señora Coburn se acostó a dormir.
Lo que no sabía la pobre mujer, es que ésta no iba a ser una noche cualquiera. Ésta sería el comienzo de muchas veladas perturbadoras, que la impresionarían de por vida; pero, al mismo tiempo, terminarían por salvarle la vida.
Esa noche, Trishia Coburn despertaría súbitamente y empapada en sudor, producto de una pesadilla aterradora. En su sueño, la mujer se visualizó a sí misma detrás de una cerca con alambres de púas, como esas que se muestran en las películas.
Detrás de ésta, pudo ver a seis hombres con unos ojos negros gigantescos, y que tenían una piel increíblemente pálida, casi fantasmal. Los hombres le gritaban algo que ella no podía entender; pues, al parecer, le estaban hablando en un lenguaje extraño.
Cuenta la señora Coburn que el sueño era intenso y espeluznante, y que la dejó completamente desconcertada. La cuestión es que, una semana después, volvió a tener el mismo sueño; pero, esta vez, en lugar de ser seis hombres, eran 12.
Una vez más, la mujer se despertó desconcertada y sin entender una palabra de lo que estos seres querían transmitirle. Una semana después, volvió a tener el mismo sueño; pero, esta vez, eran 20 los hombres que le gritaban y, además, parecían estar más desesperados que en los dos primeros sueños.
Desde luego, la señora Coburn despertó sollozando y, en medio de las lágrimas, se sintió aterrorizada de volver ir a dormir. En este punto, la dama decide programar una cita con su doctor. Al llegar allí, le realizan los exámenes y chequeos normales.
Es decir, las rutinarias revisiones físicas y las típicas pruebas de sangre. A pesar de que la señora Coburn le manifestó al doctor que presentía que algo no estaba bien con ella, éste le dijo que no se preocupara, que ella siempre había sido una mujer de muy buena salud y que, además, las pruebas de sangre habían resultado completamente normales.
El caso es que una semana después, la mujer volvió a tener ese sueño espantoso. Sólo que, esta vez, había 100 personas gritándole desesperadamente. En el sueño, ella recuerda gritar: «no entiendo lo que me están diciendo; por favor, díganme qué quieren, ¡que se supone que debo hacer!».
En esta ocasión, no hubo respuesta alguna. Algunos días después, la dama volvió a tener el mismo sueño. Sin embargo, ésta sería la última vez que lo tendría. En este sueño final, esta vez no había nadie detrás de la cerca.
En medio del llanto, la señora Coburn vocifero: «¡vuelvan por favor, necesito que me ayuden!». En este punto, la mujer escuchó una voz, proveniente de la nada, que decía en un lenguaje claro y entendible: «¡busca más a fondo!».
Al día siguiente la dama regresó a donde su médico, y le preguntó «¿cuál es el lugar más profundo del cuerpo humano?». A lo que el doctor contestó: «el colon». Entonces la mujer replicó, «quiero que me hagan una colonoscopia».
Ante lo cual, el doctor, algo sorprendido y confundido, le explico que nadie en su familia tenía antecedentes de cáncer de colon y que, además, el seguro no cubría eso. No obstante, ante la insistencia de Trishia Coburn, finalmente programaron el procedimiento.
Efectivamente, las sospechas de la dama resultaron ser ciertas. Se le detectó una masa negra, un cáncer muy agresivo que se estaba esparciendo rápidamente. Cuenta la mujer que, de haber esperado un par de meses más, no hubiera estado aquí para contar la historia.
¿Serán todas estas cosas coincidencias? ¿Simples caprichos del azar? O, por el contrario, ¿Será que acaso el ser humano tiene poderes ocultos, que le alertan de cosas totalmente indetectables para la mente consciente?
¿Será que se trata de una fuerza superior que, en determinadas ocasiones y por diversas razones, decide intervenir y avisarnos de ciertos peligros?¡Allá que cada quien saque sus propias conclusiones! En lo personal, no creo en las coincidencias, así que me decanto por estas últimas alternativas.
Bueno, hemos llegado al final de estas historias fascinantes, espero que lo hayan disfrutado. Como siempre, les ha hablado su amigo y servidor, Andrés Rueda. Recuerden que si se suscriben a mi página, les regalaré mi libro «20 consejitos para ser feliz».
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!