En algún punto de nuestra vida será inevitable preguntarnos: ¿cuál es el propósito de la vida? ¿Para qué estamos aquí? ¿Para qué nacimos y por qué vivimos?
Todos nos hemos planteado estas cuestiones filosóficas. Estoy seguro que aún los ateos se las plantean. Aunque para ellos, la cosa es muy sencilla: el universo fue un acto de azar y no estamos aquí por ninguna razón específica.
Los que me conocen saben dos cosas de mí. En primera instancia, creo fervientemente en la existencia de Dios. Y, en segundo lugar, no soy adepto de ninguna religión.
Es decir, aunque no soy un fanático religioso, ni me ataño a ninguna religión específica, eso no quiere decir que sea ateo.
Ya tendremos tiempo para analizar este tema en tiempos posteriores.
El punto es que, por no ser ateo, creo en la existencia de Dios. Y estoy convencido que existe un plan cósmico para la humanidad.
Por lo tanto, ese cuentico de que el universo se ha creado por azar y que nuestra estadía en este planeta es un simple accidente cósmico, no me lo creo ni a palo.
¡No! Definitivamente la vida tiene un propósito. La pregunta es, ¿cuál es ese propósito?
Esto es lo que iremos desglosando en este video.
Contestar esta pregunta es, obviamente, abrir las puertas al debate. Pues por milenios la cuestión ha sido debatida por filósofos, religiosos y científicos.
Aquí simplemente me limitaré a dar mi opinión personal.
El propósito de la vida tiene dos matices: el matiz general y el matiz específico.
Empezaré por explicar el primero de ellos.
El propósito general de la vida es el siguiente: «alcanzar la felicidad». Así de sencillo.
Todos nacemos y vivimos para ser felices. No hay mayor misterio en esta cuestión.
Aunque muchos empezarán a decir: «Nooo… nadie sabe lo que es la felicidad», «¿qué es la felicidad?», «la felicidad es subjetiva y nadie la puede definir».
No importa que no sepamos exactamente qué es la felicidad. El asunto de su definición se torna irrelevante.
Esto es como el amor. Mejor dicho, es como estar enamorados. Nadie sabe exactamente qué es, pero todos sabemos lo que se siente.
De la misma manera, estoy seguro que tienes este conocimiento intuitivo de la felicidad.
Si no lo tuvieras, no podrías decir cosas como: «me siento triste», «estoy deprimido», «qué sensación tan sabrosa», o, «que felicidad más grande».
Por supuesto que entiendes el significado de la felicidad:
La felicidad es un sentimiento de bienestar, de alegría, de júbilo, de entusiasmo, de regocijo, de gozo, de satisfacción, de dicha y de placer por la vida.
A menos que tu vida haya sido un verdadero infierno. Me imagino que, por lo menos, alguna vez habrás sentido algún sentimiento de esta naturaleza.
Ser feliz es la meta última del ser humano. Es lo que buscamos con tanto ahínco.
Trabajas para ganar dinero y poder vivir. La plata que te sobra, la gastas en aquellas cosas que te traen placer.
Es cierto que el placer no garantiza la felicidad. La primera está relacionada con la segunda, pero son dos cosas diferentes.
Puedes obtener placer, y no ser feliz. Aunque, si eres feliz, seguramente obtendrás placer. Un placer de índole espiritual.
En últimas, no obstante, si gastas tu dinero en placeres, es porque crees que ellos te conducirán a la felicidad. O sea, al final de cuentas lo que buscas es ser feliz.
Aceptémoslo o no, todos estamos en una búsqueda constante de la felicidad.
Esto es lo que constituye el propósito de la vida. El sentido general de nuestra existencia.
Ahora bien, habíamos hablado que la felicidad también tiene un propósito específico. ¿A qué me refiero con esto?
Muy sencillo:
La felicidad tiene nombre y apellido. Es decir, la felicidad es diferente para cada persona.
En efecto, lo que te hace feliz a ti, tal vez no me haga feliz a mí. Y viceversa.
Todos necesitamos distintas cosas para ser felices. Evidentemente, me refiero a cosas específicas, no generales.
Ciertamente, y a groso modo, todos necesitamos amor, dinero y salud para alcanzar la felicidad. Pero estas son cuestiones generales, no específicas.
Entenderemos mejor el propósito específico de la felicidad si consideramos algunos ejemplos:
Específicamente, tal vez sea fulanita la mujer que te hace feliz. Pero en mi caso, tal vez sea sutanita la que cumple con dicha condición.
Puede que ser veterinario te haga feliz. Pero a mí, ser filósofo es lo que me proporciona felicidad.
Tal vez seas feliz viviendo en el centro de la ciudad. No obstante, yo seré feliz viviendo frente al mar.
Todos tenemos diferentes preferencias, gustos, talentos, habilidades y pasiones. Por lo tanto, las cosas que necesitamos para ser felices también son diferentes.
Solamente tú puedes descubrir lo que te hace feliz. Eso lo sabrás realizando un análisis interno sobre ti mismo. Un estudio a profundidad sobre tu persona.
Sea lo que sea que necesites para ser feliz, es tu responsabilidad luchar por alcanzarlo.
Esto plantea tres retos. Primero, debes conocerte a ti mismo. Segundo, debes determinar que te hace feliz. Y tercero, debes luchar por alcanzarlo.
No te compliques la vida a la hora de determinar el propósito de la vida.
El propósito es muy sencillo: ¡tu felicidad!
A veces no nos damos cuenta del verdadero poder detrás de esta afirmación.
Muchas personas transitan por la vida sin saber cuál es su propósito. Sin conocer cuál es su misión.
Si ya sabes que tu propósito es ser feliz, estarás considerablemente en una mejor posición que aquél que no lo sabe.
Por algún lado hay que comenzar. Y el comienzo se encuentra en entender el propósito de la vida.
Solamente cuando tengamos esto claro podremos empezar a dirigir nuestros esfuerzos en la dirección correcta.
Entender que el propósito máximo de la vida es alcanzar la felicidad.
¡Nunca lo olviden!
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí. Espero que les haya gustado el relato del día de hoy.
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Como siempre, les ha hablado su amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!