¿Alguna vez se rebeló la humanidad contra Dios?
La pregunta puede parecer escueta y sin contexto.
Es decir, ¿Por qué debería importarnos saber si alguna vez nos rebelamos contra Dios? ¿Qué sentido tiene?
La pregunta solo cobra sentido cuando se analiza a la luz de nuestra felicidad.
Dicho de otro modo, ¿Cómo puede afectar nuestra felicidad una hipotética rebelión contra Dios?
El tema principal de algunas religiones (por ejemplo, el cristianismo) está fuertemente atado a la rebelión contra el todopoderoso.
De hecho, en la biblia no solamente se menciona la rebelión de la primera pareja, Adán y Eva, sino también la rebelión de Satanás y su ejército de ángeles.
En las primeras páginas del Génesis se narra este hecho.
La historia es conocida por todos:
Satanás, disfrazado de serpiente, insta a Eva a comer del fruto prohibido: el fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal.
En un artículo anterior hable del significado de este árbol.
Para quienes se perdieron ese episodio, intentaré explicarlo brevemente:
«Comer del árbol del bien y el mal» significa actuar en contra de las leyes de la ética y la moral.
De esta manera, cuando los humanos desobedecieron a Dios, fue porque empezaron a obrar de manera malvada e inmoral.
Antes de continuar, considero que es importante definir el concepto de «Rebelión en contra de Dios».
¿Qué significa esto? ¿Qué significa realmente rebelarse contra Dios?
La rebelión contra Dios se puede interpretar de dos maneras:
En primer lugar, puede ser el simple hecho de desobedecer a Dios. Desobedecer sus mandamientos y preceptos.
Esto no tiene nada que ver con la ética y la moral. Es el simple acto de desobedecer, sin importar de qué cosa se trate.
La segunda interpretación tiene que ver estrictamente con la ética y la moral.
Bajo este contexto, rebelarse contra Dios es actuar de manera antiética e inmoral. Es decir, actuar de manera malvada y perversa.
Es curioso, pero, en el jardín del Edén, ambos tipos de rebelión ocurrieron.
En primera instancia, se desobedeció el mandato de Dios: no comer del fruto del árbol prohibido.
En segunda instancia, y como ya lo mencionamos, «comer del fruto del árbol» es una alegoría para obrar de manera vil y perversa.
Es un simbolismo para decir que la humanidad abandonó el camino de la rectitud y la bondad, para internarse en el sendero pedregoso de la maldad, la inmoralidad y la injusticia.
Regresando a la pregunta original, ¿se rebeló la humanidad contra Dios? A juzgar por las condiciones en las que vivimos, aparentemente si.
Es importante resaltar que no se necesita acudir a la biblia para atestiguar las consecuencias de esta rebelión.
Basta con observar este mundo injusto, plagado de seres inmorales, que día a día actúan de manera ruin y perversa.
Esto nos lleva a la siguiente pregunta:
¿Cómo afecta esta rebelión nuestra capacidad para ser felices?
Es importante responder este interrogante porque, en últimas, esta es la cuestión que nos interesa.
La biblia describe la expulsión del paraíso a raíz de esta rebelión. Y estas son las implicaciones del hecho:
Sacrificamos un mundo con condiciones de ensueño, para vivir en uno con condiciones deplorables.
En el paraíso no existía la muerte, las enfermedades, la pobreza, ni el dolor. En contraste, en este mundo el sufrimiento abunda por doquier.
En la tierra es necesario trabajar duro para sobrevivir. Hay que derramar sangre, sudor y lágrimas.
La conclusión es la siguiente:
Vivimos en un mundo de bajo nivel evolutivo.
Nuestro planeta se encuentra en la parte inferior de la escala de evolución cósmica.
Es decir, el lugar donde se encuentran los mundos subdesarrollados. Mundos como el nuestro.
Por otro lado,
En la parte superior de la escala se encuentran los mundos evolucionados. Mundos como el paraíso que alguna vez habitamos y que perdimos a raíz de nuestra rebelión.
La consecuencia de la insurrección es vivir en un mundo plagado de dolor, maldad y muerte.
Esto, obviamente, tiene un impacto directo en nuestra felicidad.
De manera poco sorpresiva, la felicidad es más fácil de alcanzar en mundos evolucionados. En aquellos que se encuentran en la parte alta de la escala.
La felicidad es mucho más difícil de alcanzar en mundos involucionados. Aquellos que se encuentran en la parte inferior de la escala.
No estoy diciendo que no se pueda ser feliz en mundos de bajo nivel evolutivo. Se puede, pero es mucho más difícil, debido a las condiciones tormentosas que allí imperan.
Un ateo pensara que todo esto es basura. Puras patrañas, dirá.
Los ateos creen que el mundo es así por simple casualidad. Las cosas resultaron de esta manera gracias a un accidente cósmico.
El mundo es como es. Sólo hay que aceptarlo.
Los creyentes necesitamos una explicación más profunda.
Al fin y al cabo, si Dios existe, habría que preguntarse porque permite tanta maldad y sufrimiento.
La rebelión puede proporcionar una explicación satisfactoria a esta cuestión.
Evidentemente, esto no significa que sea la explicación correcta, ni tampoco que sea la única posibilidad.
Tal vez Dios es un simple sadista que disfruta con nuestro sufrimiento.
Tal vez necesita de nuestro sufrimiento porque se alimenta de él.
Tal vez desea que nos ganemos el derecho a ser felices, y el precio a pagar es nuestro sufrimiento.
Tal vez todo es culpa nuestra. Culpa de nuestra iniquidad.
Quizá, en el momento que decidimos utilizar mal nuestro libre albedrío, Dios no tuvo más remedio que castigarnos y enseñarnos una lección.
Mi opinión es que uno cosecha lo que siembra.
Si vivimos en un mundo tan cruel es porque lo merecemos. Nuestro nivel evolutivo no alcanza para más.
La gente no puede demandar vivir en un paraíso cuando, al mismo tiempo, se la pasa haciendo cochinadas a diestra y siniestra.
Esto sería la hipocresía más grande.
La única manera de vivir en un paraíso es ascendiendo espiritualmente, evolucionando hacia niveles más altos de amor, justicia y compasión.
El único camino es aprender las leyes que gobiernan el universo para luego actuar en armonía con ellas.
Los métodos para lograr este noble y trascendental objetivo será el tema de futuros artículos.
Bueno, mis emprendedores de la felicidad, vamos a dejarlo hasta aquí.
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Como siempre, te ha hablado tu amigo y servidor, Andrés Rueda.
¡Les deseo a todos un maravilloso día y hasta la próxima!
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